La Guitarra


Texto: María Paz Jara Abente
Foto: Cortesía

Yo soñaba grande… en lo más grande. Para mí, no había estrellas que no pudiera alcanzar. No, no soy astronauta. Soy una pequeña joven llamada Julia, las estrellas que quería alcanzar eran de la música. Quería cantar y ser feliz como un pez en el agua.

 Crecí en la isla de Camarón, con mi madre y tío paterno. Mi madre era maestra de música en mí misma escuela y mi padre fue el más ausente de los padres, por eso, el hermano menor de mi padre, cumple el rol paterno.

Cuando cumplí mi décimo otoño, mi tío me regaló una guitarra, era de esas que solamente los grandes guitarristas las usaban, una bien española de curvas marcadas.

Creía que, mi talento no estaba a la altura, pero, no por eso dejé, de practicar, aunque las yemas de los dedos quedaran bien marcadas. Estudiaba con maestros, en el instituto, la llevaba al colegio y tocaba en los recreos, todo el día éramos mi guitarra y yo.

Al terminar el colegio, decidí estudiar magisterio, para ser maestra como mi madre. Nunca dejé el canto, lo seguí con el mismo amor que tenía a los diez años. En mis prácticas y clases a niños pequeños, también iba mi guitarra colgada. Pues mi voz fresca como el mar y como mediterránea que soy, hipnotizaba a los niños.

Lo que no sabía es, que dentro mío, tenía uno de los dones más preciados del mundo: componía las letras más sinceras que mi alma entera había contado. Fue en esa época en la que empecé a componer canciones como «La Inseguridad», donde contaba cómo en mis canciones escondían todos mis miedos. Sufría de timidez y la música era mi escapatoria. 

Pero mi camino a las estrellas no sería en un ascensor, ni siquiera cuesta arriba permanente. Quería ser cantante, pero no tenía voz. Me descubrieron un problema en las cuerdas vocales, el cual hace que la voz a veces se vaya y venga.

 Pasé unos meses cantando a flor de piel, pues pensaba «para cuándo la vida», lo que me dejó sin voz por dos meses. Dos meses muda. Dos meses en silencio rotundo y mil historias que cantar.

 Me operé, hice vocalización y me recuperé. Hoy soy una artista emergente, con muchos sueños para conquistar el mercado español. Nunca lo había creído, pero aquí estoy hoy.

Hoy es mi guitarra la que marca el rumbo y canta mis canciones más íntimas. Mi guitarra y yo somos aliadas, juntas vamos cantando al viento y nuestros sueños apuntan a las estrellas fugaces que nos inspiran a seguir mejorando.

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