Viajar, una forma distinta de ver la vida

Nota: Alfredo Morales López
Foto: Gentileza de la entrevistada

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“Viajando aprendés que, más allá de las fronteras, hay un mundo con mucha diversidad, y que lo natural para nosotros puede estar ajeno a otros y viceversa”, afirma Clara Martínez (21), quien fue becada a Japón hace tres años. La joven comenta algunos contrastes culturales con los que tuvo que lidiar y cuenta que gracias a esa aventura cambió por completo su forma de pensar.

-A los cuántos años viajaste?
-Viajé cuando tenía 17 años, estaba en el segundo de la educación media en el Colegio Nihon Gakko.

-¿Qué esperabas encontrar en Japón?
-Pensé que iba a un país de gente fría, tal como los occidentales imaginamos a los orientales; así también, tenía la expectativa de vivir en un lugar con poco espacio verde, lleno de edificios, casas pegadas unas a otras. Creí que el obstáculo más complicado sería la timidez que muchas veces me impide hacer amigos con facilidad.

-¿Con qué te sorprendieron al llegar?
-Llegué a un lugar completamente distinto al que imaginaba. Descubrí un país de gente tan cálida como la nuestra, de esas que te hacen sentir como si estuvieras en casa. Tenía la imagen de un japonés frío y tímido, pero para mi sorpresa, eran mis compañeros de colegio quienes se acercaban para entablar conversación.

Tuve la oportunidad de vivir en una ciudad rural, esto me hizo conocer ese lado de la isla que no nos muestran en televisión, un espacio amplio con no demasiadas edificaciones y mucho espacio verde. La prefectura donde me tocó vivir, Wakayama, se caracteriza por las más ricas mandarinas que jamás había probado antes y por los grandes arrozales que decoran el paisaje de la ciudad de una manera estupenda.

 –¿Cómo fue el apoyo familiar antes y durante el viaje?
-Incondicional. Eran mis padres quienes me instaron a realizar el intercambio cultural. A pesar de los largos meses y la distancia supieron entender que esa experiencia era necesaria para alcanzar un mejor desenvolvimiento individual. Nos comunicamos a través de las redes sociales, puesto que las llamadas tenían un costo muy elevado. La comunicación no se daba más de una vez por semana, ese era el Consejo de los que ya habían vuelto de sus intercambios, porque la comunicación continua y diaria no contribuía al proceso de adaptación que requería el nuevo ambiente.

-¿Qué fue lo que más extrañaste y por qué?
-Los domingos en familia, porque que en Japón no se tiene la costumbre de pasar ese día de la semana con los seres queridos, sino que cada uno de los hijos con sus propias actividades extraescolares.El chipa guasú y la sopa de mi mamá. Los primeros meses fueron muy difíciles, imagínate viviendo en un país muy diferente al tuyo, con un montón de prejuicios en medio. Pero a pesar de las dificultades nunca pensé dejar a medias lo que había comenzado.

-¿Volverías a Japón? ¿Por qué?
-Sí, por supuesto. Si tuviese la posibilidad de tiempo y dinero, volvería. Japón es un país muy rico en cultura, gastronomía, paisajes, etc. Aún después de haber vivido allí por un año siento que me quedan diversas cosas por aprender de esa cultura milenaria. Hay lugares a los que quisiera ir, dialectos que me gustaría aprender y comidas que me encantaría probar.

-¿Cuál es el contraste cultural con el que te enfrentaste?
-Creo que el más importante es el de la puntualidad. El respeto a las personas que te rodean está en juego, tanto que la gente se siente ofendida en esos casos. Cuando un japonés sabe que va a llegar tarde a un compromiso, te avisa generalmente una semana antes del evento, pero no es algo muy frecuente. Los trenes y demás servicios del transporte público se disculpan cuando no llegan a destino a tiempo e incluso te ofrecen al instante un certificado de impuntualidad para que lo presentes en el trabajo, escuela, etc. Esto demuestra la gran importancia que los asiáticos le dan al respeto del horario fijado de común acuerdo entre las personas. Existe un sinfín de contrastes que hacen difícil la estadía de un paraguayo o latinoamericano en Japón.

-¿Qué visión tenés de Paraguay luego de viajar y conocer una cultural completamente distinta?
-Lo veo de una manera diferente. Aprendí a valorar la cultura y las cosas buenas de nuestra gente, a corregir malos hábitos y transmitir a otras personas las enseñanzas que conseguí durante mi intercambio.

-¿Cuáles son los cambios que propician un viaje?
-Viajar te enseña que más allá de las fronteras hay un mundo con mucha diversidad y que lo que es natural para nosotros puede estar ajeno a otros, y viceversa. Al salir de la zona de confort uno aprende a deshacerse de prejuicios y entiende que una cultura no es mejor ni peor que otra, sino simplemente diferente. Además, te ganas un montón de amigos, conoces lugares que antes sólo podías ver a través de una pantalla. Aprendés que el idioma no es el único lenguaje y que tampoco constituye un impedimento para comunicarte con otros.

 

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