El sueño mundialista que une al Paraguay


*Por José Ramírez

La Selección Paraguaya está cada vez más cerca de sellar su clasificación al Mundial, y con ello alimenta la esperanza y la ilusión de un país entero que encuentra en el fútbol una fuente de identidad, unión y alegría colectiva.

El fútbol en Paraguay no es solo un deporte. Es una costumbre, un idioma compartido que conecta a diferentes generaciones y se siente intensamente en todos los lugares del país. Desde los pequeños que juegan en campos de tierra hasta los encuentros de las ligas profesionales y, especialmente, la Selección Nacional, el fútbol es un aspecto fundamental de la vida diaria. Por eso, cuando la Albirroja tiene la oportunidad de regresar a un Mundial, la anticipación y la alegría van más allá del ámbito deportivo, convirtiéndose en un fenómeno tanto social como cultural.

Lograr la clasificación al Mundial no es solo un éxito deportivo; es principalmente una razón para celebrar a nivel nacional, un respiro en medio de las dificultades sociales y económicas, y un motivo de orgullo para millones de paraguayos que sienten en su corazón los colores rojo, blanco y azul. La cercanía de este objetivo renueva la esperanza de experimentar nuevamente un momento que define la historia de las naciones: oír el himno en el evento más importante del fútbol y ver la bandera ondear ante el mundo.

Más que un deporte: un fenómeno social

Cuando el equipo nacional triunfa, el estado de ánimo del país se transforma. Las calles se adornan con banderas, se hacen sonar las bocinas, aumentan los abrazos entre personas que no se conocen y una sensación de cohesión inunda la nación. En un entorno donde las desigualdades sociales y los problemas del día a día suelen crear divisiones, el fútbol posee la capacidad de reunir a todos en una misma meta.

La llegada del Mundial se convierte, por lo tanto, en una salida y en una fuente de optimismo. La felicidad que genera el equipo nacional impacta en la rutina diaria: en las charlas laborales, en las clases escolares, en los hogares e incluso en los lugares públicos donde las personas se congregan para ver los partidos. Cada gol encierra sueños, desahogos y un orgullo colectivo que trasciende la edad, la clase social y las ideologías políticas.

Este es el valor social más profundo que aporta el fútbol: proporcionar una identidad común, un «nosotros» que fomenta un sentido de pertenencia. En Paraguay, donde la vida no siempre resulta sencilla para muchos, el equipo nacional simboliza un alivio, una alegría compartida que refuerza el espíritu comunitario.

El impacto en las nuevas generaciones

Cada Copa del Mundo motiva a miles de jóvenes que aspiran a ponerse en algún momento la camiseta de la Selección Nacional. La posibilidad de que Paraguay logre clasificarse tiene un impacto inspirador que trasciende el corto plazo: nutre planes de vida, impulsa la práctica deportiva y resalta la relevancia de la disciplina, la dedicación y el trabajo colaborativo.

En los campos del barrio, los niños imitan a sus héroes deportivos, celebran goles ficticios y replican jugadas de sus sueños. Este entusiasmo no se limita únicamente al deporte: también cultiva valores, favorece la tenacidad y estimula la creatividad. En este aspecto, el fútbol no es solo un espectáculo, sino un impulsor del desarrollo social y cultural.

Asimismo, la posibilidad de clasificar al Mundial significa una ocasión para potenciar la imagen internacional de la nación. Todos los ojos se centran en los países que compiten, y Paraguay, con su riqueza histórica, cultural y su calidez, aumenta su notoriedad y prestigio en el ámbito global.

Un país que late al ritmo del fútbol

El fútbol forma parte fundamental de la identidad de Paraguay. Cada paso hacia el Mundial se celebra como si fuera una gran fiesta, y la actual posibilidad de clasificación no es la excepción. Los encuentros atraen a grandes multitudes que se reúnen frente a televisores, radios o en las mismas canchas, en un fenómeno que abarca a todos los estratos de la sociedad.

La economía también se ve influenciada: bares, restaurantes y tiendas experimentan un notable aumento de actividad en los días de juego. Los medios de comunicación brindan una cobertura extensa, y las redes sociales se transforman en un espacio para expresarse, festejar y analizar lo ocurrido. La Selección es un tema común de conversación, lo que resalta su considerable impacto social.

Independientemente del resultado final, es evidente que la Albirroja ya ha logrado algo muy valioso: reavivar la esperanza de un país y recordarle que, trabajando juntos, se pueden alcanzar grandes objetivos. La meta es el Mundial, pero la alegría compartida ya es un triunfo.

Una ilusión que trasciende el fútbol

La cercanía de Paraguay a la clasificación para la Copa del Mundo no se limita solo al ámbito deportivo. Se trata de un fenómeno social que involucra al país entero, que reúne a las personas en torno a un objetivo compartido y que destaca el papel del deporte como un impulsor de identidad, felicidad y esperanza.

La Selección Paraguaya, con cada avance, revive la esperanza de volver a competir entre los mejores del mundo. Sin embargo, más allá del resultado que se obtenga, lo más significativo es lo que provoca en la sociedad: una felicidad colectiva, un motivo de orgullo y un emblema de unidad. Cuando suene el silbato en el próximo partido y la Albirroja ingrese al terreno de juego, no se tratará de un enfrentamiento entre once jugadores de cada lado: será todo un país latiendo al unísono con el mismo fervor, deseando que el sueño de ir al Mundial se convierta en realidad.

*Estudiante de 3er año
Artículo realizado en el marco de la cátedra Pasantía y Práctica Profesional II

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