Elena y el reino de lo asombroso


Texto: Cielo Medina
Foto: Gentileza

Érase una vez, en un reino encantado, un bosque misterioso donde las sombras danzaban al compás del viento y los árboles susurraban secretos ancestrales. En ese lugar de ensueño vivía una joven llamada Elena, cuyos ojos eran dos estrellas brillantes que reflejaban la magia que fluía en su interior.

Elena tenía un don especial: podía comunicarse con los animales. Los pájaros le revelaban melodías ocultas en sus cantos, los ciervos compartían historias de sus correrías por los prados y los conejos la guiaban por dificultosos senderos que solo ellos conocían. Su conexión con la naturaleza era como un hilo de plata que tejía puentes entre dos mundos.

Un día, mientras exploraba el bosque, Elena encontró un espejo antiguo, cubierto de musgo y encantado por algún hechizo ancestral. Intrigada, lo tomó entre sus manos y, al mirarse en él, se vio reflejada rodeada de una aureola de luz dorada. El espejo le susurró palabras mágicas al oído y, en un destello resplandeciente, Elena se encontró en un reino aún más asombroso.

Allí, los ríos fluían en cascadas de cristal líquido y los árboles eran gigantes de hojas de plata que susurraban poemas al viento. El cielo estaba adornado con estrellas fugaces que pintaban arcoíris al pasar y las flores exhalaban perfumes que embriagaban el alma. Pero lo más sorprendente era la presencia de seres fantásticos: hadas con alas de mariposa que esparcían polvo de estrellas, unicornios de pelaje reluciente y centauros que danzaban al ritmo de melodías olvidadas.

Elena, maravillada por tan magnífico espectáculo, se aventuró a explorar cada rincón de aquel reino de ensueño. En su camino, encontró un arco iris plateado y decidió seguirlo hasta el final. Al llegar a su destino, se encontró con una fuente de agua cristalina donde habitaba una sirena. Su voz era como un canto celestial que envolvía el aire y su cabello azul reflejaba los destellos del sol.

La sirena, con voz melodiosa, le habló a Elena en un lenguaje que solo los corazones puros pueden entender. Le reveló que había sido elegida para llevar la magia de aquel reino a su mundo. «Eres el puente entre la fantasía y la realidad», le dijo la sirena. «A través de ti, las figuras literarias cobrarán vida y los sueños se harán realidad».

Elena, emocionada por la misión que le había sido encomendada, regresó al reino encantado llevando consigo un pedacito de aquella magia. Desde entonces, sus palabras adquirieron vida propia, sus metáforas se convertían en imágenes palpables y sus rimas teñían el aire con colores brillantes. Su don pudo expandirse por todo el reino.

*Cuento elaborado en el Taller de Géneros Literarios a cargo de la Prof. Inés Guerrico.

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