DANA BÓVEDA VALDIVIESO, ACTRIZ
La pasión por la actuación ha acompañado a Dana a lo largo de toda su vida. Ella afirma que busca inspirar a más jóvenes y ser una influencia positiva en la vida de los demás.
Texto: Betiana Rojas
Imagen: Gentileza
– ¿Cómo fue tu infancia?
Mi infancia fue espectacular porque crecí con mamá y papá. Papá tenía un trabajo muy estable y nos pasábamos viajando. Después, hubo un tiempo en el que le echaron del trabajo por problemas internos; entonces viví una infancia en dos polos diferentes: de viajar mucho a dejar de salir porque no hay plata. Pero mi infancia, todo, sea malo o bueno; la pasé bien porque mi mamá siempre supo mostrarme el lado de bueno de todo. Desde chiquitita me supe poner en los pies de mi mamá y mi papá. Maduré muy rápido. No había otra opción.
– ¿Te interesaba la actuación de niña?
Siempre me llamó atención el arte. Cuando tenía 5 años, agarré el papel higiénico y les hice sentar a mis papás y a mi abuela por horas a verme bailar con el papel higiénico dando vueltas. Si miraban a otro lado, empezaba de vuelta. Hasta ahora soy así. Si hago un vídeo, les muestro a mis papás; y si desvían el ojo, les muestro de vuelta porque no vieron una parte fundamental.
– ¿Recibías el apoyo de tus padres?
Mamá siempre me apoyó en el arte, desde chiquitita. Por ejemplo, me dejaba usar sus zapatos, pintarme la cara. Pero para salir, nada. Solo dentro de la casa. Súper apoyada me siento por mis padres. Influyó mucho en mí el que ellos me dejen ser, que me den libertad de expresarme. Yo podía pasar todo el tiempo actuando. Puedo, hasta ahora.
– ¿Cómo te decidiste a seguir la carrera de actuación en vez de una “carrera normal” que la sociedad espera?
No seguí, de una, actuación sino que primero me fui por comunicación audiovisual, luego por ciencias de la comunicación; también hice periodismo, letras, guion cinematográfico… demasiadas cosas, muchísimas carreras. Pero no me llenaba, no podía ser yo. Sentía que eran una obligación, no tenía esa emoción al empezar el cursillo. Cuando finalmente empecé actuación, el primer día, todos tenían miedo. Pero yo estaba en mi salsa. Dio demasiado gusto. El profesor dijo que la actuación no es un hobby, es una carrera, que si alguien quería tomarlo como un hobby, que salga por la puerta. Yo pensé: “Wow, esta es mi carrera”. Los cuatro años se pasaron volando.
– ¿De qué manera incursionaste en el modelaje?
Hice como un curso para saber modelar, algo que me sirvió para saber tratar con las personas. Fue más por mi rostro, porque me vieron en Facebook, y me propusieron ser modelo de L’Oreal. Pero tampoco me muero por modelar, por actuar sí.
– ¿Te encontraste con algún estándar de belleza requerido?
Existe un estándar europeo que se impone acá: 1,70 para arriba. Nada que ver, estamos en Paraguay, acá somos todas chicas. Yo no me consideraba una chica perfecta, pero sí completa. Tenía salud, cabello, todo. Pero ahí se burlaban de las apariencias, si era petisa y tenía que usar taco alto… La primera vez que me llevó una tía a una agencia de modelaje, me dijo que me ponga taco alto y que no diga nada, que ella iba a hablar por mí. Y ahí fue que un chico, que es un capo acá en Paraguay, me dijo que era muy linda y que por favor me saque los tacos. El tipo por poco no me puso repelente para que no le contagie mi enanez. Allí me hicieron entender algo que yo no sabía, que era malo ser petisa. También empecé a conocer un lado muy denso del modelaje. Las chicas comen papel higiénico, después tomaban agua para que se hinche y así tengan el estómago lleno.
– ¿Quisiste adecuarte a esos estándares impuestos?
Yo me preguntaba: “¿En serio vale la pena perjudicar tu salud para que te contraten y ganar 2 millones?” Decidí abrirme de ese mundo. Si bien en la actuación también hay un mundo muy competitivo, para mí no es dañino, no como el modelaje. Hay ciertos golpes en la vida que vos tenés que tomar, depende como vos sigas. No le di tanta atención, pero igual a veces pensaba: “Chore, este vestido me va a quedar mejor si fuese más alta” o “Estos jeans son para chicas altas, y yo no soy alta”. Pero empecé a ver de otra forma, como que las personas vienen siendo especiales. Frida Kahlo, por ejemplo, ella tenía su estilo y hasta ahora es tendencia. Y ella ni ahí estaba. Me empecé a agarrar de imágenes que me animaban.
– Viviste una experiencia muy dura hace unos años, el abuso por parte de un director de teatro, ¿cómo repercutió eso en vos?
Después de eso, por 3 o 4 meses no pude salir de mi casa. Mi papá no se podía acercar a mí. No dejaba que mi mamá, a quien adoro, se me arrime. Le tenía pavor a las personas. Mi abuela me regaló una peluca para que me ponga y anteojos, porque no podía tolerar que la gente me mire. Que haga contacto visual, porque sentí que me iba a golpear. Después, con ayuda y terapia que recibí, pude superarlo muy lentamente. Cuando estaba en el baño, tenía que correr la cortina porque pensé que el tipo iba a estar allí. Yo nunca me sentí así en mi vida. Esa experiencia, todo lo que me hizo, fue lo más desagradable de mi vida.
– ¿Eso influyó en tu vida actoral?
Creo que eso marcó un antes y un después. Yo hice lo que tenía que hacer: demandarle. Pero en nuestra sociedad, le culpan a la víctima. Muchas personas del mundo artístico me empezaron a evitar. Preguntaba sobre un casting y me decía que ya estaban cerrados. Antes yo quedaba en todos los castings. Fue un rotundo cambio. Mis compañeros no querían involucrarse para que su nombre no se manche. Una “amiga mía” que me dijo al principio que me iba a apoyar con la demanda, se hizo la desentendida después. Me enteré que ella dijo que yo mentí y exagere todo, que quería fama y que fui una boba porque taché mi nombre para conseguir fama.
– ¿Te llegaste a alejar de la actuación?
Siempre estoy buscando cursos nuevos o castings. Yo no dejo de hincar al mundo de la actuación. Siento que no vivo si no actúo un día.
– Ahora estás en un mundo totalmente diferente a la actuación, el fitness. ¿Cómo así empezaste con eso?
El año pasado, un chico con el que salía me rompió el corazón. Yo lloré un día, y al día siguiente me fui al gimnasio después de tres años. Fue un choque de energía, de presión, alegría. Me preguntaron si quería competir, me mostraron la categoría de bikini fitness y me enamoré. Da gusto experimentar hasta dónde vos podes llegar. Si sos realmente tan fuerte como creés o más fuerte.
– Hace poco quedaste en 2do lugar en una competencia, ¿cómo fue esa primera experiencia?
Fue muy fácil. Creo que influyó mucho el que sea un escenario. Fue agradable. Hace 2 años ya no pisaba un escenario. Y al estar ahí, decidí crear un personaje. Se llamaba Chicha, qué se yo, y Chicha era re genial. Entré despampanante. Todos los del gimnasio se quedaron sorprendidos, “¡Sabe caminar en taco alto había sido!” Porque yo soy un desastre.
– ¿Cuál es tu siguiente meta?
Yo deseo con toda mi alma ser una influencia positiva para las personas. Quiero dar charlas en colegio y universidades porque me doy cuenta que hay mucha gente que necesita motivación. La vida es lo suficientemente difícil como para desanimar a la gente. Qué feo es tratar de complacer siempre a todo el mundo y nunca a vos misma. También, me sirvió tocar fondo varias veces porque lo único que podés hacer es subir. Me llené de libros, videos motivacionales y la competencia de fitness exacerbó eso mucho más. Me hizo notar mi potencial, lo que puedo hacer. Y si yo puedo, ella también puede, y él también. Hay que confiar en uno mismo, parece que la sociedad se encarga de que no confíes en vos mismo. Quiero ser una influencia para las personas, acá, en Brasil, donde me vaya.