Una mezcla de ciencia y humanidad

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Foto. Gustavo López (primero de la derecha) comparte un momento de ocio con otros profesionales del Hospital Psiquiátrico.

Texto y foto:  Mathias Garelik

“Ser enfermero es más que un oficio, es una fusión de ciencia, corazón, fortaleza y humanidad”, dice Gustavo López, jefe del departamento de Enfermería del  Hospital Psiquiátrico.
Iniciarse laboralmente dentro del Hospital Psiquiátrico es aprender a vivir sin temor, es aprender a vivir una vida con sentido, refiere. “Convivir con los pacientes mentales no es fácil desde ningún punto de vista, pues en muchos casos las vivencias que tienen no son reales, y por lo general hacen que la vida en ese universo se tiña de oscuridades y de permanente desafío”, comenta.
Las vivencias en el hospital no son experiencias que se encuentran en los libros, ya que diariamente los médicos y enfermeros se ven ante hechos impactantes que mueven a la sensibilidad, por lo que el profesional debe estar en equilibrio emocional y con mucha voluntad de ayudar al otro.
El enfermero recuerda una anécdota: “Una vez le pregunté ¿quién sos? a Guillermo, un internado de larga data en la institución.  El paciente me respondió tristemente ojalá lo supiera”. Esta anécdota muestra la realidad de muchas personas con problemas mentales que no tienen mínimas posibilidades de salir de esa realidad, aunque haya avances médicos farmacológicos.
“Muchos de los pacientes no tienen una razón para vivir, por lo que no les importa lo que hacen ni a donde van. Por la particularidad de la enfermedad, hay un permanente vacío existencial por parte de ellos, que hace que todo pierda sentido y conviertan a las personas en, prácticamente, muertos vivientes”, agrega López.
El ser humano precisa saber por qué vive, dónde va su vida, es decir darle sentido, factores ausentes en los enfermos mentales, lo que a veces hace angustiante la convivencia con ellos.

Sin contención

Otro profesional de Enfermería, Juan Vázquez, cuenta que la gran mayoría de los pacientes son de condiciones humildes, derivados de todos los puntos del país. Además no cuentan contención familiar, es decir están abandonados por quienes tendrían que ser sus primeros cuidadores.
La vida de los pacientes mentales no tiene un patrón a seguir. Algunos se sienten que no son valiosos, ni deseables ni competentes, y otros creen que son los salvadores del mundo, como es el caso de Juan, que dice ser de una raza superior, por lo que no permite que le saque sangre para los análisis laboratoriales correspondientes, ni acepta medicinas, ya que se considera autosuficiente para curarse. Lógicamente esto no es real, pero en su mente Juan cree que es así.
Gustavo López recuerda otra historia de una persona internada: “En un arranque de furia, tomó un se envolvió con un colchón y se prendió fuego, dentro de una salita que servía para aislarlo de los demás. Al llegar a su auxilio, ya no hubo tiempo de extinguir el fuego, pues el material era altamente inflamable, y como resultado, se tuvo una víctima con quemaduras graves. Pero con ayuda de los profesionales médicos y cuidado permanente, hoy esta persona está recuperada y físicamente normal sin señales de secuelas de aquél fatídico día”.
Para mantener a raya al estrés en este trabajo altamente demandante, hay que tomar medidas preventivas, tales como llevar una vida familiar saludable, tener un buen juicio sobre sí mismo y los demás y vivir de acuerdo a principios y valores éticos.
Historias como estas, otras más crueles y desgarradoras son la constante en los casi 300 habitantes de esta institución llamada Hospital Psiquiátrico.

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