Por José Ramírez, Eduardo M. Ruggero y Santiago Morínigo
Durante años crecimos escuchando la misma frase: “los hombres no lloran”. Un cliché heredado, repetido por costumbre, que terminó funcionando casi como una regla silenciosa. La escuchamos en la infancia, en los pasillos del colegio, en la cancha, en reuniones familiares y entre amigos. Y aunque muchos la repetían sin pensar demasiado, esa idea dejó marcas profundas en generaciones enteras.
Hoy, sin embargo, ese mandato empieza a perder fuerza. Cada vez más personas entienden que llorar no te vuelve débil, que la vulnerabilidad no es un defecto y que la fortaleza no se mide en silencio. Llorar, reír, sentir… todo eso forma parte de estar vivo.
En ese contexto nace Boys don’t cry, una campaña que busca contar otra historia. Su propósito no es mostrar únicamente un “lado sensible” de los hombres, sino invitar a todos a permitir que sus emociones existan: a llorar si lo necesitan, a reír cuando lo sientan y a dejar de disfrazar lo que llevan dentro.
La campaña se desarrolla a través de la cuenta de Instagram @boysdontcry.py, en colaboración con Ventana Abierta, un espacio dedicado a reflexionar sobre salud emocional y bienestar. La propuesta incluye una narrativa visual que conecta con la cotidianidad: flyers con frases breves e imágenes habituales en la vida de muchos hombres, resignificadas desde una mirada más humana y profunda.

Boys don’t cry no sermonea ni impone. Simplemente muestra lo que muchas veces ocultamos. A través de imágenes, símbolos y palabras sencillas, recuerda que sentir también es una forma de ser fuerte. Porque las emociones no tienen género y, en un mundo que exige tanto, permitirse ser auténtico es, quizás, el acto más valiente de todos.