Nombrar el suicidio para prevenirlo


*Por María José Mernes

El pasado 10 de septiembre se conmemoró el Día Mundial de la Prevención del Suicidio, una fecha que representa un compromiso global para centrar la atención en esta problemática. El lema de este año, “Cambiar la narrativa”, invitó a derribar barreras como el estigma, promover la conciencia y fomentar una cultura de comprensión.

El suicidio ha estado siempre rodeado de numerosos tabúes y creencias, por lo que resulta urgente una educación adecuada sobre el tema. ¿Cuáles son sus causas? ¿Qué signos de alarma podemos identificar? ¿Cómo actuar? Morir por suicidio es un hecho irreversible, pero puede prevenirse. El primer paso es desmentir el mito más grande que existe a su alrededor: “hablar del suicidio incita a cometerlo”.

El instinto natural más fuerte del ser humano es el de la supervivencia; por eso, hablar de la muerte normalmente nos incomoda. Es un tema que preferimos evadir, disimular o, en algunos casos, incluso silenciar. No es extraño, entonces, que la mayoría se altere al escuchar sobre el suicidio, una forma de muerte que nos resulta insólita e incomprensible, porque contradice ese impulso biológico primario de conservación de la vida.

No lo comprendemos, nos incomoda, nos inquieta y, para mantenerlo lejos, lo convertimos en un tabú: uno más de esos tantos temas prohibidos en la mesa, de los que preferimos que los niños no traten en las escuelas. Suicidio: una palabra silenciada, muda e invisible. La delicadeza del asunto ha servido como excusa para no encararlo, para evitarlo. Existe peligro en ese silencio, en cerrar los ojos frente a una realidad que se cobra una vida cada 43 segundos.

Según un análisis reciente publicado en The Lancet Public Health, unas 740.000 personas mueren por suicidio cada año en el mundo. Estas cifras alarmantes sitúan al suicidio como la primera causa de muerte no natural. El mismo estudio revela que, en América Latina tropical, los casos han aumentado un 9% en las últimas décadas, con Paraguay a la cabeza. En nuestro país, la incidencia estimada es de 10,07 por cada 100.000 habitantes, lo que equivale a que, en promedio, al menos una persona muere por suicidio cada día.

En los últimos años, temas como la salud mental y los trastornos asociados han comenzado a abordarse con mayor responsabilidad. Sin embargo, en nuestro país persiste un fuerte estigma social en torno al suicidio. La falta de información ha dado lugar a mitos y tabúes que distorsionan la realidad y dificultan enormemente su prevención. La concienciación es clave para revertir esta problemática; por eso, es importante empezar desmintiendo algunos de esos mitos:

Uno de los más comunes es la creencia de que hablar abiertamente del tema puede inducir a alguien a morir por suicidio. La evidencia demuestra lo contrario: conversar sobre el suicidio con respeto y cuidado puede ayudar a prevenirlo, ya que permite a las personas tomar conciencia de lo que les ocurre, reconocer síntomas, expresar sus sentimientos y buscar apoyo.

Otro mito frecuente sostiene que el suicidio es hereditario y, por lo tanto, inevitable. Si bien los problemas de salud mental pueden aumentar el riesgo, no determinan de manera directa que alguien muera por suicidio. El suicidio es un fenómeno complejo, influido por múltiples factores.

Entre las causas más habituales se encuentran el deseo de escapar de un dolor emocional insoportable, la sensación de desesperanza que impide imaginar un futuro positivo o la pérdida de un vínculo afectivo importante. Por ello, es recomendable evitar etiquetas como “suicida”, que refuerzan el estigma. En su lugar, resulta más adecuado hablar de “personas con riesgo de suicidio”.

También circula la idea de que quienes intentan morir por suicidio “solo buscan llamar la atención”. Esto es un grave error: las personas que muestran conductas de riesgo suicida experimentan un profundo malestar emocional, y minimizarlo puede incrementar el peligro. Un apoyo emocional oportuno y adecuado puede ser decisivo para la prevención.

La decisión de poner fin a la propia vida no surge de la nada: suele ser la consecuencia de una acumulación de factores de riesgo, experiencias adversas y, sobre todo, de mucho dolor. Suicidio es una palabra que arrastra silenciosos gritos de auxilio y, aunque es imposible anticipar con absoluta certeza un intento de suicidio, existen señales de alarma —a menudo muy sutiles— que pueden ayudarnos a reconocer cuando alguien atraviesa esta situación.

Algunos comportamientos a los que conviene prestar atención son

  • Expresar de manera reiterada deseos de desaparecer, morir o dejar de existir (incluso si lo hacen en tono de broma).
  • Mostrar una sensación constante de vacío, desesperanza o falta de sentido.
  • Alejarse de familiares, amistades o actividades que antes eran significativas.
  • Presentar cambios notables en el estado de ánimo o la conducta: episodios de ira, ansiedad intensa o tristeza profunda.
  • Tener una baja significativa en el rendimiento académico o laboral.
  • Aumentar el consumo de sustancias como alcohol o drogas.
  • Entregar objetos personales de valor o despedirse de manera inusual de las personas cercanas.

¿Implicarse o no?

Si reconocemos estas señales en alguien cercano, es normal dudar acerca de cómo intervenir, temiendo que lo que hagamos pueda empeorar la situación. Sin embargo, actuar a tiempo puede salvar vidas. La clave está en hacerlo con delicadeza, responsabilidad y mucha empatía.

Escucha sin juzgar: brinda tu atención completa y permite que la persona exprese sus sentimientos con libertad. Evita interrumpirla o minimizar su malestar. Frases simples pero sinceras como “Estoy aquí para escucharte” o “No estás solo” pueden generar un gran alivio.

Toma en serio cualquier comentario sobre suicidio: nunca supongas que alguien “solo lo dice por llamar la atención” o que lo dice en broma, especialmente si los comentarios son frecuentes. Cada expresión de malestar emocional debe considerarse un pedido de ayuda.

Busca ayuda profesional: si la persona corre peligro, es necesario contactar a psicólogos, psiquiatras o líneas de atención de crisis, que ofrecen asistencia inmediata y apoyo continuo. Puedes facilitar el contacto o incluso acompañar a la persona si es posible.

Mantente cerca: el acompañamiento emocional es clave. No dejes sola a la persona si existe riesgo inminente, incluso si parece estar tranquila. Mantener contacto frecuente puede marcar la diferencia.

Elimina medios de riesgo si es necesario: si sospechas que la persona podría intentar suicidarse, trata de reducir el acceso a objetos peligrosos como cuchillos, armas de fuego o medicamentos, de manera cuidadosa y segura.

Contacta líneas de ayuda:

• Salud Mental Paraguay: línea 155
• Helplines internacionales para suicidio: Fono Ayuda 147
findahelpline.com/es-ES/countries/py/topics/suicidal-thoughts

Antes de juzgar, es importante reconocer los prejuicios que suelen rodear este tema. Expresiones como:
“¡Cobarde! ¡Egoísta! ¡Loco! ¡Quiere llamar la atención!” reflejan la incomprensión con la que muchas veces se responde ante un caso de suicidio. ¿Acaso no había otra salida a su sufrimiento? ¿No debió luchar más? ¿Pensar en sus padres, en su pareja, en sus hijos? Pensamientos como estos pueden sonar insensibles, incluso crueles. Sin embargo, en la mayoría de los casos no provienen de una falta de empatía, sino de la falta de comprensión. No entendemos las causas ni la intensidad de su dolor y, por lo tanto, tampoco lo desesperado de su decisión.

Conmemorar este día es fundamental para combatir el estigma que rodea al suicidio, derribar mitos y humanizar la situación. Es necesario cambiar la narrativa que lo presenta como un acto de cobardía, egoísmo o locura, para comprenderlo como lo que realmente es: la manifestación última de un sufrimiento profundo que debió haber sido escuchado y atendido con seriedad. La concienciación fomenta la empatía, pues es más fácil sensibilizarnos con aquello que logramos comprender. Esta solidaridad resulta indispensable para que quienes atraviesan esta situación en silencio se sientan más libres de expresar sus emociones y encuentren consuelo al saber que otros también las sienten.

Informarse adecuadamente es vital para la prevención. Hablar abiertamente del tema, educar sobre sus causas, advertir sobre sus consecuencias y, sobre todo, reconocer los signos de alerta son pasos esenciales para poder actuar a tiempo. Los medios de comunicación también pueden tener un papel clave en esta campaña de concienciación, educando a la población con responsabilidad y evitando enfoques sensacionalistas.

Debemos lograr entre todos que “suicidio” deje de ser esa palabra temida e impronunciable, y se convierta en un tema que podamos abordar con sensibilidad, respeto y, sobre todo, sin miedo.

Fuentes consultadas:

OMS (2023). Suicide worldwide in 2023: Global Health Estimates.
OPS (2024). Prevención del suicidio: fortalecer la respuesta en las Américas.
IASP & OMS (2024). World Suicide Prevention Day 2024: Changing the Narrative.
The Lancet Public Health (2024). Global strategies for suicide prevention: beyond awareness.

*Estudiante de 3er año
Artículo realizado en el marco de la cátedra Pasantía y Práctica Profesional II

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