Por Yamna Benítez
Cada 25 de agosto, Paraguay se detiene a mirar hacia sus raíces. Ese día se celebra el Día del Idioma Guaraní, una jornada que trasciende el calendario escolar y los acontecimientos: es un recordatorio de que el país respira en dos lenguas, y que una de ellas es la herencia más poderosa de los pueblos originarios. El guaraní no es solo un idioma. Es memoria, identidad y resistencia en forma de palabras.

De la voz ancestral a la vida cotidiana
El guaraní existía mucho antes de que los conquistadores llegaran a estas tierras. Era la lengua que transmitía la visión del mundo, el vínculo con la naturaleza y la vida en comunidad. Cuando los colonizadores impusieron el castellano, el guaraní no desapareció: sobrevivió en la oralidad y en los hogares. Durante siglos fue visto como un idioma “popular”, relegado a los espacios rurales, mientras que el castellano dominaba la política, la educación y las instituciones. Sin embargo, lejos de debilitarse, se convirtió en un hilo invisible que mantenía unida a la sociedad paraguaya.
El reconocimiento oficial
El gran giro llegó en 1992, cuando la Constitución paraguaya lo reconoció como idioma oficial junto al castellano. Esa decisión histórica convirtió en emblema nacional lo que antes había sido considerado un lenguaje menor. A partir de allí comenzó un proceso de reivindicación: el guaraní entró en las aulas, se escuchó en los discursos oficiales y ganó espacio en la literatura, el teatro y la música.
De ese contacto entre lenguas nació el jopará, esa mezcla de castellano y guaraní que hoy se escucha en las calles y que demuestra que la lengua está viva, en constante transformación. El guaraní ya no pertenece únicamente al pasado: se adapta, cambia, se reinventa.
Una fecha para celebrar
Cada 25 de agosto, se recuerda que la lengua no solo cuenta historias antiguas, sino que también construye el presente. El Día del Idioma Guaraní es, en realidad, un puente entre lo ancestral y lo contemporáneo.

El guaraní en el siglo XXI
Diversos estudios muestran que el guaraní sigue siendo hablado por la gran mayoría de los paraguayos, aunque en diferentes niveles: desde el uso fluido en zonas rurales hasta expresiones mezcladas con castellano en entornos urbanos. Entre los jóvenes de las ciudades, a menudo aparece combinado en el jopará, mientras que en las comunidades del interior continúa siendo el idioma principal de comunicación.
El idioma enfrenta desafíos importantes: la pérdida de fluidez en nuevas generaciones, la persistencia de prejuicios que lo ven como “menos culto” y la falta de políticas educativas que lo fortalezcan. Sin embargo, también se multiplican los signos de vitalidad: el guaraní circula en memes, canciones virales y transmisiones en vivo en redes sociales; existen aplicaciones móviles y diccionarios digitales; radios y podcasts lo adoptan como lengua central.
El guaraní es resistencia, memoria y esperanza. Superó siglos de marginación y hoy se abre paso en la era digital. Celebrar su día no es un simple ritual: es asumir el compromiso de mantenerlo vivo en las aulas, en las familias, en las canciones y en las pantallas.
En pleno 2025, hablar en guaraní no es mirar hacia atrás, sino proyectar hacia adelante. Es asegurar que las voces de nuestros ancestros sigan resonando en las generaciones futuras. El guaraní no es solo una lengua heredada: es una identidad en movimiento, tan antigua como el río y tan actual como un mensaje en el celular.
**Estudiante de 3er año
Artículo realizado en el marco de la cátedra Pasantía y Práctica Profesional II
Foto: ABC