Texto: Daniel Saavedra
Foto: Internet
Por su título original, Ordinary People o -su posterior paso al español- Gente como uno, del año 1980, es una película que, el pasado martes 21 de mayo, pudimos apreciar en el salón Irala Burgos, la misma fue dirigida por el célebre Robert Redford y basada en la novela Ordinary People de Judith Guest.
Se trata de un film que focaliza sus acontecimientos en los de una familia -tipo norteamericana- constituida por el hijo, Conrad Jarrett, el padre Calvin Jarrett y la madre Beth Jarrett.
Tras un fatídico accidente, en el que los dos hijos de la familia se hallaban navegando y uno de ellos cae al agua. Ante la imposibilidad de Conrad para salvarlo, el hermano mayor fallece ahogado.
Posteriormente, la familia ingresa en una profunda crisis interpersonal, en la que Conrad navega profundos sentimientos de culpa, la madre reprime sus sentimientos generando una áspera y peligrosa indiferencia; y el padre se inserta en un incómodo terreno, en el que participa de las duras rispideces entre madre e hijo, sin tomar una correcta postura para ayudar a la solución de la crisis.
Tratan de converger en una solución mediante la asistencia de Conrad a un psiquiatra, a quien le manifiesta sus intenciones de suicidio. En primera instancia, el joven se ve reacio, tratando de reprimir sus sentimientos, pero el profesional lo va llevando a exteriorizar esos sentimientos mediante distintas técnicas catárticas.
Paralelamente, la familia se ve afectada por distintas problemáticas a causa de las constantes represiones, lo que a su vez conducen a continuas explosiones, en las cuales expresan lo que realmente sienten. Se demuestra la importancia del desahogo y esclarecimiento de emociones, a fin de evitar implosiones que se convierten gradualmente en un aislamiento de los demás.
En esta historia, cada personaje tiene algo que enfrentar, o no…
Conrad Jarret: Enormes complejos de culpabilidad, con una notoria incapacidad de emociones reales.
Calvin Jarret: Nulo criterio para una intervención eficaz en los problemas familiares, generando así una ambigüedad que no beneficia a la solución de conflictos.
Beth Jarret: Inmersa en su aferración al pasado, generando así, una peligrosa indiferencia que casi siempre hiere a los demás.
El mismo film puede ser visto desde diferentes aristas: el aporte psicológico que genera en el público como causa de posibles reflexiones a ser insertadas en los mismos, siendo igualmente un gran aporte cultural. Al mismo tiempo, puede ser observado desde un punto crítico, con una estricta mirada de cine, pues la misma es una película para su época, pero envejeció con poca fortuna, ya que con el transcurso de los años, se ven expuestos distintos tipos de cliché, como gestualidades que opacan las actuaciones.