Decían Tom Jobim y Vinícius de Moraes: “Tristeza não tem fim, felicidade sim” (La tristeza no tiene fin, la felicidad sí.). Visitá el Hospital Psiquiátrico para comprender esta frase.
Texto: Josué Congo
Imagen: Gentileza, Nicole De Khors
Muchos se preguntan qué quiere decir esta famosa frase de los músicos brasileros. Así como surgieron muchas preguntas, varias respuestas se han formulado.
Lo cierto es que Tom y Vinícius decían que los momentos de felicidad son cortos y fugaces, se esfuman. Pero la tristeza puede perdurar.
Hace algunas semanas, emprendí un corto viaje: decidí visitar el Hospital Psiquiátrico de Asunción.
Quizás se pregunten por qué alguien quisiera visitar ese lugar. Pero yo me pregunto por qué no podríamos visitar ese nosocomio.
En la visita que hice al Hospital tuve la oportunidad de tener una conversación con el Dr. Aldo Castiglioni. Él decía que el Hospital Psiquiátrico “es un hospital especializado en pacientes con patologías psiquiátricas. Es un Hospital de agudos, donde los pacientes que tienen criterios de internación y de permanencia en la Sala de Internados, se internan y permanecen internados hasta que mejoran y dejan de tener los criterios de permanencia.”
Recuerdo muy bien haber pensado en el ideal de Hospital Psiquiátrico. ¿A qué me refiero con esto? A la idea de cómo se quiere que sea algo. Eso entendí cuando el Dr. Castiglioni me explicaba qué es el Psiquiátrico.
En ese momento, me di cuenta de que existen varias ideas acerca de qué es el hospital. Para los médicos, es una cosa, para los funcionarios otra, así también para los guardias de seguridad, para los pacientes, para los familiares, etc.
Aproveché ese día y pedí permiso para recorrer las instalaciones del predio. Por seguridad, “privacidad” e “intimidad” de los pacientes, me acompañó un guardia de seguridad que me mostró las áreas a las que podía acceder.
Las salas que pude conocer fueron las de Crónicos y de Corta Estancia. ¿Qué son esas salas? Corta Estancia es el área para pacientes que estarán un corto lapso de tiempo en el hospital y están por recibir el alta. Los pacientes Crónicos, por otro lado, son aquellos que no recibieron su alta y, por ende, viven en el hospital. En otros casos, también los pacientes que viven con los crónicos pueden haber recibido el alta médica, pero nunca fueron retirados por sus familiares. Sí, así como lo lees. Nunca fueron retirados.
Un edificio en mal estado
En el recorrido, pude percatarme de que la infraestructura del lugar es increíble. Me disculpo. Es creíble. Los edificios se encuentran en mal estado, las salas parecen celdas, el olor es nauseabundo y el estado higiénico de los pacientes es… cuestionable.
Mientras caminaba, recuerdo haber llegado al área de Crónicos Mujeres. Tuve que contener las lágrimas. Me acerqué a las enfermeras para reportar mi llegada y en ese momento al otro lado de una reja se encontraban dos mujeres. Las vestimentas viejas y deshechas. Las uñas largas y sucias. Sus cabellos despeinados. La mirada sin brillo y una sonrisa sin sentido que connotaba la espera de un ser querido del que quizás no recordaban ni el nombre.
Y sí, estaban tras una reja. Yo no entendía qué pasaba. ¿Cómo podían estar en esa situación? Así que saludé a las pacientes con una sonrisa, me di la vuelta para retirarme y, en ese momento…
En ese momento vi a una mujer tirada en el piso. Daba vueltas y vueltas bajo el sol del mediodía. Estaba sola. De la misma forma que las otras pacientes, con ropas viejas que quizás no eran suyas, las uñas sucias, los pies descalzos… Y me preguntaba de vuelta: ¿Cómo podían estar en esa situación?
Antes del recorrido y las escenas chocantes que quedaron grabadas en mi memoria, mientras conversaba con el Dr. Castiglioni, este me decía: “… la cantidad de pacientes crónicos va disminuyendo en gran medida. Cada vez hay más pacientes agudos, lo cual es el objetivo del hospital, llegar en algún momento a ser únicamente un hospital de agudos, donde se les reciba a los pacientes, se les mejore y el paciente cuando tiene criterio de alta es externado del hospital.”
Algunas palabras resonaban en mi cabeza: “externación”, “disminución”, “objetivo”, “se les mejore”…
Salí ese día del hospital con varias dudas y comencé a investigar. Logré recabar varios datos de diferentes fuentes.
Según el Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura, en el 2017 había 258 pacientes internados en el Hospital Psiquiátrico. Ya en el 2018, el número aumentó a 294 pacientes, según la Unidad de Acceso a la Información Pública y Transparencia del Ministerio de Salud Pública.
Las dos fuentes de las que recabé la información son órganos estatales, por lo tanto, la información es oficial. Algo no estaba bien.
Proyecto de hogares sustitutos
Días después, decidí visitar a un docente especializado en psiquiatría que tiempo atrás trabajó de forma cercana en el Hospital Psiquiátrico.
El profesor y doctor Martín Moreno trabajó en el proyecto de Hogares Sustitutos. Estos hogares son espacios insertados dentro de una comunidad, donde el paciente con trastornos mentales es tratado en un ambiente familiar, sin ser encerrado y aislado de la sociedad. En dichos espacios, el paciente mantiene sus pertenencias, tiene su ropa, su calzado, su cama, su pieza. Este sentido de pertenencia, en el intramuros no existe.
Según datos recolectados por el MNP en el año 2017, los pacientes de las Salas de Crónicos y Agudos no poseen ropas propias. Las prendas son compartidas por todos los pacientes.
El profesor Moreno me había comentado que “El Estado Paraguayo está adscrito al documento de OPS/OMS de la Declaración de Caracas, que habla de esta situación: la disminución y la eliminación del Hospital Psiquiátrico como un centro de riesgo para este tipo de situación en que los pacientes quedan encerrados y determinan su vivienda en ese sitio, que en Brasil les llaman los moradores. Los que moran en el hospital, están en condiciones de alta y no pueden acceder a la comunidad porque han perdido sus habilidades.”
Recuerdo muy bien algunas palabras del profesor Moreno. Él me explicaba que “en el imaginario se gestan las necesidades y los deseos. Cuando uno tiene deseos, tiene necesidades, se circunscribe a lo que nosotros llamamos: dignidad. Entonces, cuando no hay deseos y no hay necesidad, no hay dignidad. Cosa que sucede en del intramuros. Y en eso consiste la pérdida de la dignidad”.
Comencé a entender por qué me resonaban anteriormente aquellas palabras.
La frase que más me incomodaba era el que “se les mejore”. Ese “se” tan impersonal. Tan distanciado. Tan cosificado.
Comprendí que había una distancia abismal entre el paciente y el médico. El paciente sin capacidad de imaginarse era privado de su dignidad. ¿Y quién permitía eso? ¿La familia que abandona? ¿El médico sin compromiso? ¿La sociedad ciega? ¿El Estado?
El Estado.
Actualmente se siguen realizando intervenciones con terapias electro-convulsivas. Hay pacientes encerrados y aislados, sin acceso a condiciones de higiene y aseo.
En la publicación del MNP: Institucionalización del Hospital Psiquiátrico, se describe el caso de pacientes desnudos, sin bañarse, sobreviviendo entre orín y materia fecal, encerrados en celdas.
El 17 de diciembre 2003, “la CIDH otorgó medidas cautelares a favor de 458 pacientes del Hospital Neuropsiquiátrico”. Así también, “en el 29 de julio de 2008, la CIDH volvió a otorgar medidas cautelares a favor de los pacientes del Neuropsiquiátrico.” Esto “debido al surgimiento de hechos de violencia física y sexual, tales como dos muertes violentas de pacientes ocurridas entre mayo y junio de 2008.”
Sigo preguntándome, ¿cómo pueden estar en esa situación?
“La rehabilitación no solo implica un paquete conductual de desempeño de tareas, sino la mitigación del sufrimiento subjetivo. Y una manera de no sufrir en forma subjetiva es anular el imaginario. No imaginarse”, decía el profesor Moreno en nuestra charla.
No imaginarse.
No determinarse.
No conocerse.
¡No imaginarse!
Aún no encuentro una respuesta real para mi pregunta. Sé que la responsabilidad mayor recae sobre el Estado y los profesionales de la salud mental abocados al Hospital Psiquiátrico. Pero… no imaginarse. Eso es abandonar a una persona de sí misma. Es privar a una persona de su dignidad.
Mayor tristeza que perder la capacidad de imaginarse, creo que es inconcebible.
Tom y Vinícius eran dos románticos. Lástima que el Hospital Psiquiátrico no tenga nada de eso. Pero sí acertaron en algo.
La tristeza, para los pacientes del hospital, no tiene fin.