Texto y foto: Guadalupe Espínola
Un hermoso atardecer esconde –lamentablemente- uno de los escenarios más tristes.
En nuestro país, los desastres ambientales no son tenidos en cuenta, y si lo son, casi siempre pasan desapercibidos.
El Lago Ypacaraí es recordado por nuestros padres y abuelos como un lago azul, en donde las tardes de verano se hacían fructíferas. Y hoy, no es más que un lago contaminado en demasía, al punto de ahuyentar a los turistas y/o habitantes de ciudades adyacentes por el olor y feo aspecto del mismo.
Botellas de vidrio, colitas de cigarrillo y cubiertas se observan a orillas de sus aguas, como si fueran caracoles secos, algas o peces que habitaban el tan reconocido lago azul.
Lo peor de todo esto no es el aspecto del lago o su olor, sino el actuar nuestro al respecto, sobre todo, porque terminamos haciendo nada y culpamos de todo a nuestras autoridades.
Recibimos donaciones de países extranjeros –interesados en recuperar el lago- pero somos nosotros los que de vuelta lo contaminamos, dejando en evidencia nuestra falta de conciencia y educación hacia el medioambiente.
* ¿Qué se puede hacer para cuidar la naturaleza? No es posible afrontar la crisis ambiental sin una profunda reflexión sobre las prácticas cotidianas. En ese sentido, una línea de trabajo fundamental en la actualidad es la de construir una filosofía ecológica, capaz de tematizar y orientar el cambio cultural. Es tiempo de repensar y actuar. Te invitamos a ser parte de esta transformación en la Olimpiada de Filosofía y Ciencias Sociales (OFICS). Conocé más en www.oficspy.com