Texto y foto: Sophía Ruiz 1° Comunicación
El hombre-rex sube al escenario, erguido en dos patas, vestido con pantalón y camisa, pero las escamas delatan su raza. Es acompañado con hurras, gritos ridículos y violentos, escupidos por una masa atemorizadoramente frenética, desahuciada, que festeja la proclama de la extensión de nuestra condena, que ya venía viéndose perpetua. Un nadie le coloca alrededor de su cuello una bandera, que debería proyectar espectros de luz que nos prometan paz, justicia y libertad, pero solo deja ver un rojo que se va tornando carmesí, se degrada e intensifica hasta llegar a un tono sanguinolento a medida que las palabras salen de su boca y nos advierten, en un paralelo segundo discurso, que en este hogar ganan privilegios los hijos que agachan la cabeza y agradecen la mano dura; los que no, son desterrados a vivir en los límites del terreno de la casa de familia.
Este hombre es solo una cría de dinosaurio. Se podría decir que, por su corta vida y contemporaneidad con las otras especies, es indefenso, pero le tememos igual, porque mientras habla, chorrea desde sus fauces la sangre de las víctimas de su padre. Algunas gotas se huelen aún frescas y otras ya se volvieron costras. El cachorro las siente caer, pero no quiere limpiarse, es más, de vez en cuando pasa la lengua por sus encías y saborea con goce. Las dos pequeñas cuencas que se encuentran al fondo de su cara están vacías, carentes de vista periférica, ausentes de memoria y miran hacia un pretérito que hoy es presente.
.
.
Ilustración de Fabián Lugo, que se encuentra en la serie Otros cuentos de Una Historia vol. 2 y acompaña el cuento La Guacha, de Mabel Reiter, quien también habla de un discurso subreal y violento, en su caso, dado por el mismo Stroessner.