Entrevista a Camila Corvalán, integrante de la PUF (Plataforma de Universitarias Feministas), donde forma parte del comité de comunicación.
Redacción: Guadalupe Acosta
Foto: Ilustrativa
“Lo que asusta es que ciertas prácticas (de acoso) (…) eran totalmente naturales, asumidas como algo que tenía nomás que pasar.” El acoso universitario es una costumbre machista que tenemos muy internalizada y la propia comunidad educativa desconoce las formas en cuáles se manifiesta.
Camila Corvalán. Comunicadora de la PUF
– ¿Cuándo estamos hablando de acoso?
– El acoso se puede dar de distintas formas. Cuando una persona persigue, molesta u hostiga a otra, estamos hablando de algún tipo de acoso. Acosar es buscar generar cierta incomodidad en el otro. El caso más conocido para cualquier mujer es el acoso sexual, cuando el hostigamiento está dirigido a obtener concesiones de tipo sexual.
-Se dice que el acoso es una forma de violencia de género ¿A qué se debe esta clasificación?
– Se debe a que es una forma de discriminación por razón de género, es decir, lo sufrimos las mujeres por el simple motivo de ser mujeres. Si bien los hombres también pueden ser objeto de este tipo de violencia, los números hablan por sí solos: la mayor parte de las víctimas son mujeres. Además, decimos que es de género porque es un mecanismo por cual el género masculino se mantiene dominante.
– ¿Qué acciones entran dentro de la definición de acoso?
– La lista de acciones es muy variada. Pueden ser tanto requerimientos (haces esto y te doy una mejor nota o haces esto y pasas), proposiciones (si accedes a esto quizás yo pueda ayudarte en esta cosa), chistes, bromas, exhibición de imágenes sexistas e inclusive llegando al nivel más crítico cuando se pasa se dan ciertos comportamientos físicos indeseados pudiendo pasar rápidamente a tratarse de una agresión sexual.
– ¿Existen ciertos grados de gravedad cuando hablamos de acoso?
– Aunque de por sí estamos hablando de una falta seria a la dignidad física y emocional de la persona, si podríamos decir que existen tres “categorías”:
- La Leve: es aquella donde se presentan distintas conductas: desde comentarios acerca del físico, “piropos”, chistes con contenido sexual, etc.
- La Media: es donde ya se pasa una incomodidad física: abrazos, roces, besos no deseados, pellizcos, gestos, miradas, etc.
- La Alta: cuando el acosador recurre a presiones tanto físicas como psicológicas para obtener un fin sexual (independientemente de que exista o no un contacto físico).
– ¿Cuáles son los efectos que sufre aquella persona que es víctima de acoso?
– Debido a que nuestra sociedad es practicante del “victim blaming”, culpa a la víctima de la agresión que sufre, la mujer que sufre de acoso normalmente siente que ella es culpable de esa situación, que de cierta forma “ella luego estaba buscando” y se ve menospreciada.
Esta situación rápidamente produce consecuencias sobre la salud de las víctimas: poco a poco disminuyendo la autoestima y a causa del estrés al que una es expuesta, puede incluso producir efectos sobre la salud. En algunos casos causa altos grados de ansiedad, irritabilidad, cansancio excesivo, depresión y claro, afectar el rendimiento académico o laboral.
– En el caso de las universidades ¿Cómo podemos definirlo?
– Dentro del ámbito universitario el acoso suele ser justamente de tipo sexual y, aunque se puede dar entre iguales, el caso más común es que se dé de un profesor a una estudiante. En este caso, el acoso se da porque alguien utiliza su un lugar de autoridad para intimar sexualmente a una persona, por lo tanto, es difícil de identificarlo y denunciarlo. Es por eso que su prevención y atención adquiere tanta relevancia.
– ¿Cuál es la situación actual en el Paraguay en cuanto al acoso dentro de los centros educativos?
– Luego de realizar un seminario de género dentro de la Universidad Católica, las personas que participamos debíamos concluir el mismo con una “acción comunicativa”. Así fue como empezamos a realizar una especie de “sondeo” a estudiantes de Ciencias Sociales, Comunicación y Psicología. Lo primero que nos dimos cuenta es que la gente desconoce el concepto de acoso. Algunas decían nunca haberlo padecido, pero cuando se lo explicábamos afirmaron haber presenciado o ser víctimas de situaciones de acoso. Lo que asusta es que ciertas prácticas (como que un docente haga comentarios sobre tu físico o con cierta índole sexual) eran totalmente “naturales”, asumidas como algo que “tenía nomás que pasar”. Existen casos donde todos los límites éticos se vieron propasados, pero ante un ambiente hostil donde las víctimas son las cuestionadas, las estudiantes prefieren tomar otras medidas como cambiarse de clase, de institución educativa o ceder a las presiones para poder culminar sus estudios.
– ¿Qué podemos hacer para resolver esta problemática como sociedad?
– En la actualidad, a través de la Plataforma de Universitarias Feministas (PUF) estamos militando para instalar esta situación crítica en el debate público. La solución más completa sería primeramente iniciar una campaña educativa para que las personas sepan qué es el acoso, cómo y cuándo se da, cómo puedo ayudar sí sé que alguien es víctima y a quién puedo recurrir si soy víctima de acoso dentro de mi universidad. Por otro lado, es fundamental que las instituciones educativas asuman que la violencia de género existe en sus espacios, y le hagan frente de manera efectiva, protegiendo a las víctimas y dando mensajes claros a los agresores. Por ahora, nuestros esfuerzos se concentran en la exigencia de un protocolo para casos de acoso y violencia de género en la universidad, y la denuncia y/o acompañamiento de los casos. En instar a las víctimas a denunciar a los organismos existentes haciéndoles saber que no están solas.
– ¿Cuál es el rol que debe asumir la institución educativa?
– Lo ideal sería que las universidades instalen un protocolo para casos de acoso y violencia de género, a partir del cual sea posible realizar una denuncia y a partir de ella se puedan llevar adelante mecanismos que protejan la integridad física y emocional de la víctima, así como también sancionar a los agresores que ejercen la violencia.