Texto y foto: Santiago Caballero.
Los actuales directivos de la UNA creen y sostienen que sólo se puede gobernar, gestionar la universidad con las consignas de ore kuete y jamás con los de ñande. Mediante ello y únicamente así consiguen el sueño de la mayoría propia para gobernar según sus caprichos y para perpetuarse en el poder. El ore kuete es el grupo privilegiado para decidir sobre los gastos, las construcciones, las adquisiciones de los enseres, los servicios, etc. que ya no serán los más convenientes ni los más necesarios sino los que dejen mayores y mejores coimas o porcentajes ijykepe. Los contratos, los concursos, los nombramientos de funcionarios y docentes seguirán el mismo rumbo, con lo que se convierten en meros trámites burocráticos, en meras pantallas. Omóntema los méritos, los posgrados y la ética, bien gracias. ¡Para eso luego tendrán mayoría propia, todos seleccionados entre los correlís, los amigos, los parientes y demás deudores pues mediante eso se convierten en sujetos que deberán corresponder al favor con su silencio, su aprobación, su voto!
Los del ore kuete se las vieron ante un oscuro panorama cuando una parte significativa de los jóvenes dejaron de ser sólo alumnos para convertirse en estudiantes; o sea, cuando ya no solo cumplían los reglamentos, asistían pasivamente a las aulas, repetían como loros los contenidos de la materias; dejaron de ser alumnos, portadores de las luces del saber, sino que abrieron sus ojos no solo a los saberes sino también a los manejos administrativos, a las realidades y desafíos de la sociedad. Habían emigrado del ore kuete al ñande de su formación profesional en la que las injusticias, las desigualdades, la corrupción debían ser erradicadas como parte fundamental de sus estudios; esto se convirtió en parte de sus deberes cívicos a asumir ya desde ahora sin postergación para el tiempo del trabajo profesional, del pos egreso.
Entonces los del ore kuete encontraron la fórmula mágica: nada de paridad de las representaciones del gobierno, nada de estudiantes al mismo nivel de los docentes y de los egresados. Para ello, recurren a la vieja mentalidad de que los jóvenes no tienen la experiencia ni el conocimiento de aquellos. ¿Pico? ¿Y si los tales ostentan la gran experiencia no en los conocimientos ni en la ética sino en las corruptelas, en la indolencia, en el servilismo? Y, además ¿los estudiantes no nos pueden acaso dar cátedras de honradez, de espíritu de servicio, de profundo compromiso al bien, a la verdad, a la justicia? Sí, pueden. Y además no son las excepciones los tales, gracias a Dios.
Estos alumnos venidos a estudiantes comprometidos con los cambios en la UNA se convierten en el mayor de los peligros; hay que perseguirlos, para ello que esté pronta la fiscalía, la policía y una parte de la sociedad que todavía permanece indiferente ante el despilfarro; y otra parte que intenta justificar la corrupción y el autoritarismo en la educación, la primaria, la secundaria y la universitaria.
Ya el año pasado los estudiantes de la UNA nos demostraron las diferencias entre el ore kuete y el ñande en el gobierno de la universidad. Desde entonces, siguen en el proceso de este cambio, absolutamente fundamental en el sistema democrático y en la construcción de una nueva universidad capaz de empujar las soluciones a nuestros graves problemas sociales. Es un honor acompañarlos en este proceso. Pasemos con ellos del ore kuete al ñande solidario, en sintonía, en diálogo con todos los ciudadanos comprometidos con el bien, la verdad, la justicia.