La fiesta del conocimiento. La fiesta de la vida

1 marcha 2014 (1)

Texto: Santiago Caballero
Foto: Ventana Abierta

Siempre que planteo en la clase un cuestionario a contestar, no falta alguien que lanza la consabida pregunta: “Podemos responder con nuestras palabras”. Entonces yo me hago el simpático y le digo: “¡No!, solamente con las palabras de tu vecino”. Argelerías aparte, sin duda, es una pregunta patética pero llena de desafíos . Lo primero,  es que la mencionada interrogación encierra otras no manifiestas; así, “¿debemos contestar tal como está en los libros o en los apuntes o como el profesor expuso en clase?”; “¿ qué pasa si no respondemos de acuerdo a lo anterior?” o sea “¿si no memorizamos qué va a pasar?, ¿algún punto podremos obtener?”. El conflicto es entre la memoria y el razonamiento; entre lo escrito en los libros o nuestra cosecha personal. Tragedia sin final pues mientras algunos insistimos en la importancia de la razón, del análisis, de la contextualización, no falta quien, no pocas veces a escondidas, sigue con la vieja fórmula del aprendizaje basado exclusiva y únicamente en la memoria.
Mandar recitar de memoria lo que no se entiende, es hacer papagayos”, dice Simón Rodríguez, el maestro de Simón Bolívar. Y prosigue: “No se mande, en ningún caso, hacer a un niño nada que no tenga su ‘porque’ al pie. Acostumbrado el niño a ver siempre la razón respaldando las órdenes que recibe, la echa de menos cuando no la ve y pregunta por ella diciendo: ‘¿Por qué?’. Enseñen a los niños a ser preguntones, para que, pidiendo el porqué de lo que se les manda hacer, se acostumbren a obedecer a la razón: no a la autoridad como los limitados, ni a la costumbre como los estúpidos…”
A fuerza del automatismo del supuesto aprendizaje basado únicamente en la memoria, nos quedamos sin capacidad de pensar, de analizar, de crear, de investigar. O sea, asumimos la anti-educación, la no-educación. Hace poco me insistía una alumna sobre sus dificultades de compaginar los horarios de su trabajo con los de las clases. Estrictamente hablando no hay una vía de solución cuando nos aferramos a las normas contra las llegadas tardías y la necesidad de cronometrar los minutos  y los segundos. ¿Y si nos proponemos alternativas como las  lecturas complementarias, las redacciones de informes, que, perfectamente pueden ser programadas mediante el mail?
Pero, romper esquemas se vuelve difícil y sobre todo muy cómodo para docentes y alumnos. Personalmente yo opto por no ser el cancerbero ni de las aulas ni de los horarios. Sobre todo porque considero que los mismos son medios  del aprendizaje, no las puertas del infierno ni de  las mazmorras. Prefiero ser el pytyvóhara, hermoso concepto creado por mi amigo de ilustre y querida memoria Ubaldo Chamorro; España ñe’éme significa “el ayudante o el ayudador” del aprendizaje de los contenidos y, sobre todo el ayudante de la fiesta del conocimiento, la puerta ancha y saludable de la fiesta de la vida.

 

 

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