Nota: María José Lacarrubba
Fotos: Internet
El tiempo todo lo cura. A pesar que las heridas se curan, las cicatrices quedan para no olvidar, no se las puede pelar con los insistentes dedos. Las movilización dentro de la Universidad Nacional de Asunción ya no es noticia. El tiempo va dejando atrás a los universitarios y la práctica común de olvidar se adueña de vuelta de la población.
Once años atrás la violencia contra los universitarios no era tan sutil como hoy. María Paz Valenzuela, comunicadora y ex presidenta del centro de estudiantes de Filosofía, habla de la toma del 2005 y las consecuencias para la lucha estudiantil.
-¿Cómo era el contexto político nacional y dentro de la UNA en el 2005 durante la breve toma?
– En el 2005 pasamos por un momento que marcó una situación de crisis dentro de la UNA. Me gustaría hacer un recuento de lo que pasó antes de ese año, para entender un poco las diferencias entre lo que paso el año pasado, las acciones y las diferencias con aquel momento.
En el 2003/4 un grupo de estudiantes que formábamos parte de un movimiento de la Facultad de Filosofía llamado Avance Estudiantil, que, a su vez, formaba parte de un grupo más grande, el Foro Social Universitario conocido como MOFSU (Mesa Organizadora del Foro Social Universitario) que se había creado en el 2002. En ese espacio participábamos movimientos de distintas facultades de la Universidad Nacional que ya estábamos disconformes con las representaciones estudiantiles que teníamos en nuestras facultades, excepto en Filosofía, Arquitectura, Trabajo Social y algunas más. Veíamos que no había representatividad en ningún sentido. No solo para acompañar las cuestiones académicas, sino tampoco para plantearse cambios en torno al modelo educativo que estábamos recibiendo. Comenzamos a articular y plantearnos la necesidad de abrir espacios de reflexión, espacios más críticos. Entendíamos que el problema de la educación transcendía las fronteras de las facultades. Nos dábamos cuenta que la educación estaba mal, muy mal. La universidad después de la caída de la dictadura fue posiblemente el único espacio en el cual no hubo ningún tipo de cambio, se dejó la estructura intacta, a pesar de que, en ese momento, ya habían pasado casi 20 años del inicio de la democracia.
En general los estudiantes tienen una doble responsabilidad: estudiar y pelear por derechos no reconocidos dentro del estamento, pero también tener la capacidad de ser más sensibles y críticos en relación a la situación social. De esta forma tomamos contacto con sectores campesinos, con sindicatos, centrales obreras y varias organizaciones sociales. Y ahí se decidió organizar foros. Se logró la realización de por lo menos seis foros regionales. El primer foro social se hizo en la Facultad de Filosofía (UNA) duró dos días. Fueron jornadas donde los estudiantes se reunían y se quedaban, se hacían campamentos.
En esas intensas jornadas de mucho intercambio había gente invitada de afuera, como líderes campesinos, referentes de la educación como Melquiades Alonso, Tomás Palau, así como muchos otros. Ellos compartían el análisis de qué modelo de país teníamos y sobre eso nosotros íbamos interviniendo en busca de alternativas para aportar en la construcción de una sociedad más justa, con mejor calidad en términos educativos pero sobre todo con mayor compromiso del estudiantado. Así se fue consolidando el proceso de la Mofsu.
Promovimos la convocatoria de asambleas en alianza con movimientos, centros y representaciones estudiantiles que tenían la misma preocupación y compromiso de cambio. Primero era preguntarnos qué es lo que nosotros entendíamos sobre la realidad de nuestra universidad. En el foro ya estábamos levantando la consigna de arancel cero. Creíamos que no tenía que ser una universidad excluyente sino al contrario, abierta a la mayor cantidad de paraguayos y paraguayas. Inclusive teníamos un estudio que abarcaba el tema donde los especialistas demostraban que, incluso, usando fondos del estado era posible y tenía que ver más bien con una voluntad política.
Comenzamos a instalar eso en las asambleas, que en un principio se realizaban en cada carrera dentro de Filosofía, allí presentábamos la propuesta de arancel cero y debatíamos sobre el estatuto de la UNA, que la mayoría no conocía mucho.
El centro de estudiantes, en aquel momento, hacía un cursillo de ingreso, eso nos permitió contar con recursos para hacer cientos de copias del estatuto universitario y del reglamento interno de la Facultad de Filosofía. Así pudimos entregar a cada estudiante una copia y les invitábamos a que se informen, para conocer sus derechos.
Eso desato una experiencia muy rica en términos de participación, porque cada vez había más estudiantes interesados. Al mismo tiempo que hacíamos esa articulación interna, acompañábamos las iniciativas de la Mofsu y desde el centro de estudiantes de Filosofía en conjunto con la representación estudiantil, comenzamos a ocupar otros espacios por fuera de nuestra facultad en contacto con otros centros de estudiantes y representantes estudiantiles ante los Consejos Directivos y Consejo Superior Universitario (CSU).Así colocamos, con los representantes estudiantiles de varias facultades, debates sobre la situación de la universidad y nuestro rol dentro de la sociedad, la idea era llevar a las doce facultades e instalar el desafío de una mayor reflexión.
Fue un proceso no muy largo porque en la universidad todos los tiempos son cortos por la vida de los tiempos académicos. Llegamos a tener rechazo de una mayoría de la dirigencia estudiantil porque antes como ahora, muchos tienen vínculos cercano con el partido colorado. Esa partidización les obligaba a tomar posturas negativas frente a nuestras reivindicaciones.
Nos enteramos a través de los representantes estudiantiles que había una intención del CSU de convocar a una Asamblea Universitaria (máxima instancia de gobierno dentro de la universidad) para modificar un artículo del estatuto que tenía que ver con la estabilidad en el cargo de decanos y rector por tiempo indefinido. El caso de Froilán Peralta, decano de Veterinaria, por ejemplo, uno de los que estábamos mirando muy atentamente y de otros decanos que hacía años estaban a pesar de que el estatuto decía que máximo podían permanecer por dos periodos. Querían modificar el artículo para poder ser reelectos, tachando el limitante de “una vez”. Habilitar la eternidad en los cargos y afianzar los consejos como pequeños feudos, desde donde poder manipular y luego influenciar en todo lo concerniente con el presupuesto, la administración de los rubros, los cargos docentes, las mallas curriculares,etc.
Entonces, como había un proceso organizativo muy interesante dentro de la universidad, comenzamos a plantearnos la consigna paridad, exigir el concurso de docentes para cada cátedra a ocupar y hacer una propuesta estatutaria contemplando como primer punto no modificar el tiempo de mandato de las autoridades, es decir llegar a esa asamblea con una propuesta del nuevo estatuto estudiantil. Comenzaron a hacerse asambleas en todas las facultades.
Así fueron saltando las resoluciones asamblearias en cada facultad, los resultados eran por las reivindicaciones y coincidíamos en casi todos los puntos, desde arancel cero hasta el rechazo a la modificación del artículo sobre permanencia en los cargos.
-¿Qué ocurrió en el día de la asamblea?
–En el día de la asamblea ocurrió algo similar a lo que ocurrió en el 2015 porque nosotros hicimos la convocatoria para ir a defender el estatuto contra esa modificación de permanencia eterna. Nos convocamos ahí pero nunca imaginamos el nivel de llegada que iba a tener en los estudiantes. De cientos pasamos a ser miles. El CSU decidió entonces hacer en otro lugar la asamblea. La trasladaron a la facultad de politécnica, nosotros entonces nos instalamos en un pasillo frente a la puerta de entrada. En ese lugar organizamos una asamblea estudiantil que acompañaba desde afuera lo que iba ocurriendo en la asamblea de autoridades.
Lo primero que hicimos, en nuestra asamblea, fue leer la propuesta unificada y firmada por todos los representantes y presidentes de centro estudiantiles. Mientras en la sesión de la Asamblea Universitaria, apenas empezó y lo primero que hicieron fue aprobar el punto de la modificación para que ocupen eternamente los puestos. A partir de ahí se fue dando un sistemático rechazo punto por punto a todas las propuestas estudiantiles. No aceptaron ninguna.
Los asambleístas estudiantiles de Filosofía y Arquitectura, salían y leían los puntos rechazados por mayoría. Eso fue humillante, indignante para todos, era un descaro, era como decir acá no va a cambiar nada y tenía relación con la conducta que siempre tuvieron.
En ese momento ante el rechazo general de las propuestas estudiantiles, se decidió hacer un pedido para que vuelvan a sesionar y tratar los temas propuestos por los estudiantes tal como sucedió en el 2015. Se había dicho que nosotros secuestramos a los miembros del consejo directivo. Esa fue una cuestión absolutamente irreal. Ocurrió lo que ocurrió el año pasado: los estudiantes hicieron cordones humanos rodeando el edificio, pero el primer cordón era de los guardias privados de la universidad. Nosotros no llegábamos a la puerta, no teníamos la posibilidad de cerrar una puerta, una ventana, de evitar que salgan. Solo que no querían salir por miedo a ser escrachados por los estudiantes.
Algo muy importante que marca la diferencia entre ahora y el 2005 es que toda la información que se generaba estaba en manos de los medios masivos: televisión, radios, diarios, no había otra manera de comunicación. No existían el Whatsapp, el Facebook, Twitter, los teléfonos con cámaras, nosotros no teníamos registros de los estudiantes para decir esto es mentira, esto es lo que pasa. Los medios desde el principio fueron direccionando en contra nuestra diciendo que los estudiantes estábamos radicalizados, que los teníamos secuestrados y no teníamos manera de contrarrestar lo que decían.
A los que estábamos al frente de la asamblea estudiantil, nos comenzaron a quitar fotos de a uno y en un momento dado los estudiantes reconocieron a la persona: Era Dioniso Amarilla, actual diputado por el partido Liberal pero en ese entonces era director administrativo de la UNA y era una de las personas de confianza de Pedro González, rector en ese tiempo. Además de llegar al cargo de director administrativo, fue representante estudiantil en su época. Esa es la persona que fue a identificarnos, suponemos, para entregar luego nuestros datos a la fiscalía. En un momento de la asamblea estábamos intentando convencer a los estudiantes de hacer una pausa y firmar una petición ya que existe un artículo en el estatuto que dice que la asamblea universitaria puede ser convocada de dos maneras: una por el CSU y otra por cualquiera de los estamentos juntando una mayoría de firmas, en este caso, de los ciudadanos universitarios. Es como el referéndum sin embargo no había manera, la gente quería una solución en el momento.
Mientras debatíamos llegó la fiscalía. Pidieron hablar con los dirigentes. Fuimos a hablar, dos de nosotros, ambos de Filosofía. Ingenuamente, porque cuando uno hace las cosas bien piensa que nada malo puede ocurrir. Lo primero que nos pidió la fiscala fueron nuestros documentos de identidad, nosotros los entregamos. Ella, evidentemente, se había ido con la intención de generar imputaciones. Nos amenazó con la llegada de cascos azules, la montada y la policía si no salían los miembros de la Asamblea Universitaria. Le aclaramos que todos podían salir y que nosotros no estábamos cerrando ninguna puerta y si no salían eran por su voluntad, por miedo al escrache. Les respondimos que íbamos a hacer una asamblea entre los estudiantes y decidir qué hacer. Fuimos de vuelta, tuvimos una reunión nuevamente todos los dirigentes, presidentes, representantes estudiantiles. Decidimos hacer asambleas por carreras para proponer las alternativas en ese momento. Se hicieron las asambleas por carrera pero cuando llegamos para hacer la plenaria general para comunicar los resultados, la policía comenzó a reprimir.
-¿Cuáles fueron las consecuencias luego de la represión?
–La Policía llegó en plena asamblea estudiantil, pero un poco antes ya habían llegado referentes de los derechos humanos intermediando para que no ocurriera lo que ocurrió. Las tapas de los diarios al día siguiente fueron muy impresionantes por el nivel de tergiversación. Pero fue tal el nivel de violencia y la brutalidad, que lo ocurrido no tenía precedentes en la universidad, ni en tiempos de Stroessner. No fue un golpe, fue un golpazo. Una cosa sin nombre por el daño que le hicieron a la universidad. Por un lado lograron su objetivo, que fue desmovilizar y criminalizar. Comenzaron a salir acusaciones, recuerdo al diario Abc en particular que había hecho una campaña intentando vincularnos a algunos con el partido Patria Libre, que en ese momento era un partido muy mal mirado porque estaba vinculado con el primer secuestro de María Edith de Debernardi.
Es terrible vincular una lucha estudiantil con una cuestión política tan grave. Era jugar a criminalizar y así lo hicieron. Menos mal eso no corrió mucho pues carecía de argumentos y pronto tuvimos apoyo de algunos periodistas como Andrés Colman, Alfredo Boccia, Miguel H. Lopez y otros que tal vez ahora no recuerdo, que habían escrito y contado la otra cara de la historia.
Eso, sin embargo, no pudo evitar que la fiscalía haya quitado, ese mismo día que nos reprimió, una imputación con orden de captura contra dos estudiantes y un docente. Nos imputaron a tres, al representante estudiantil de filosofía Andrés Parra, a mí, como presidenta del centro de estudiantes de Filosofía y a un docente cuyo nombre ahora no recuerdo.
Como si fuera poco la fiscala caratulo la imputación como intento de secuestro bajo extorsión. Eso no puso la fiscala sin querer, lo hizo intencionalmente, porque con esa caratula la pena podía establecerse incluso con años de cárcel. La fiscala era Blanca Aquino, la misma que intentó entrar de vuelta al caso de la UNA en el 2015 pero fue apartada por haber llegado cuatro horas después del robo de documentos a pesar de las denuncias que habían hecho estudiantes que descubrieron eso en el predio del rectorado. Luego se descubrió que ella tenía vínculos y gracias a eso accedió a cátedras fantasmas en Veterinaria cuando Froilán Peralta era decano.
Esa es la fiscala que nos había imputado en el 2005. Jorge Bogarín, abogado penalista tomó nuestro caso y nos acompañó hasta el final. El proceso estuvo en el Juzgado de San Lorenzo. Recuerdo que ni el juez quiso hacerse cargo de la carpeta por esa carátula. Finalmente se cambió en la caratula la parte que mencionaba “secuestro bajo extorsión” porque extorsionar es decirle a alguien te tengo retenido contra tu voluntad y para liberarte me das algo. Era muy grave la acusación. Nosotros lo que pedíamos era una nueva sesión y que se revisen las resoluciones, las puertas estaban desllaveadas. El proceso de imputación llevó dos años. Al final, se logró el sobreseimiento definitivo de los tres que estuvimos imputados.
Ayer como hoy los estudiantes son perseguidos, la montada tal vez ya no pegue desde lo alto de sus caballos, pero siguen pegando desde lo alto de los escritorios. Las fotografías, pruebas indiscutibles sobre los hechos, registros que mejor sobreviven al voraz tiempo, están guardados/as en las piezas húmedas y abandonadas de los medios que niegan el acceso.
El tiempo tal vez todo lo cure, pero no borra la memoria. Solo la entierra bajo polvo y es nuestro trabajo desempolvarla.