Jugar como antes en la era digital

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Nota: Belén González Benítez y Claudia Torres Pilz
Foto: Jazmín Rodríguez

Los tiempos cambiaron, de eso no caben dudas. La pregunta que realmente deberíamos hacernos es si estos cambios han sido beneficiosos o no. El advenimiento de la tecnología trajo consigo innumerables ventajas, sin embargo el costo quizás es más alto de lo que creíamos.
Si analizamos, por ejemplo, algo tan básico como los juegos infantiles, esta era de la tecnología ha causado grandes brechas entre los juegos de ayer y los de hoy.
Antes, los juegos como tuka’e kañy, el fútbol en el barrio, las muñecas, fomentaban el ejercicio físico, el relacionamiento con otros y la imaginación. Hoy, estos juegos han sido reemplazados por aplicaciones en pantallas multicolores, las cuales han potenciado el abandono de la búsqueda de actividades que construyan la imaginación y la acción.
Vivimos en una época en que la tecnología ha sentenciado definitivamente la diversión de los niños, y es que nosotros, la generación de los 90s, crecimos en el medio del boom tecnológico, y podemos afirmar con total certeza que nunca Call of Duty será mejor que jugar tuka’e kañy hasta que tu mamá te amenace a cintarazos para que entres a la casa porque ya está oscureciendo.
Aquellos que crecimos entre pelotas y muñecas somos los privilegiados, aunque no seamos conscientes. Y es que a pesar de que la diversión era totalmente distinta, las consecuencias que traen consigo son palpables en el propio desarrollo de los niños.

Consecuencias negativas
La exposición excesiva a los aparatos tecnológicos está asociada con el déficit de atención, retrasos cognitivos, problemas de aprendizaje, aumento de la impulsividad y disminución de la capacidad de auto-regularse. Además, la tecnología restringe el movimiento, lo cual resulta en retraso en el desarrollo físico; asimismo, favorece a la depresión infantil, a la ansiedad, al trastornos de vinculación, al autismo y la violencia.
De todas maneras, la tecnología está aquí para quedarse y esto solo quiere decir que debemos aprender a convivir con ella de la forma más provechosa para todos. Lo más importante es regular el tiempo que pasan los niños con la tecnología, ser parte de lo que hacen en internet y buscar siempre juegos que fomenten la imaginación y no la violencia. Por otro lado, resulta primordial motivar a los niños a jugar al aire libre y hacer actividades que estimulen el cerebro de forma sana.
Al fin y al cabo, volver a los juegos de mesa, al trompo, a volar pandorgas, a jugar con bolitas y yo-yo no parece una mala idea.

Los nativos digitales
El término acuñado por Marc Prensky, nativo digital u homo sapiens digital, se refiere a aquellas personas que nacieron durante las décadas de 1980 y 1990, cuando ya existía una tecnología digital desarrollada y la cual estaba al alcance de algunos.
Por otra parte, el término nmigrante digital se refiere a todos aquellos que nacieron entre los años 1940 y 1980, ya que estos han sido espectadores del proceso de cambio tecnológico.
Entonces, si bien tuvimos la dicha de nacer entre muñecas y juegos que representaban imaginación, quienes vinimos al mundo entre los 80 y los 90, somos considerados nativos digitales pero, aquellos nacidos a partir del 2000, son quienes verdaderamente conocen a la tecnología desde sus primeros pasos.

Video relacionado: https://youtu.be/bC4JSGvhPPE

El consumismo infantil
El deseo desenfrenado de consumir productos y servicios comienza en la etapa de escolarización, por lo que desde aquel momento es necesario educar a lo chicos a aceptar el NO como respuesta ante sus deseos.
La escolarización temprana genera que los niños estén expuestos a una serie de comparaciones y competencias; estas características podrían iniciarse ya a partir de los 5 o 6 años, en donde los niños empiezan a notar las diferencias entre los merenderos, mochilas, zapatos deportivos, ropas y por sobre todo juguetes, o más bien, juegos digitales, ya incluyendo muchas veces el término marca como un agregado especial, según explica la sicóloga clínica infantojuvenil, Andrea Pedrozo de Fernández.
Esto se da porque, así como los adolescentes, los niños no tienen control de sus impulsos y aún no son capaces de analizar la relación causa-consecuencia, convirtiéndose en un blanco fácil del permanente bombardeo de la publicidad y de la presión del entorno social. Es así que el no como respuesta debe estar presente para enseñar al chico la diferencia entre el deseo y la necesidad. Todas estas son características de los nativos digitales.
Entre las consecuencias que conlleva este mal de nuestros días se encuentran la baja autoestima del chico, dificultades de interacción social y en su grupo de pares, sensación de exclusión o discriminación, entre otros, hasta llegar a trastornos severos que se manifiestan en la adultez, como el trastorno obsesivo compulsivo del tipo acumulador y las compras compulsivas.
Claramente, no es una tarea fácil hacer frente al consumismo, ya que muchas veces resulta difícil pelear contra algo que está instaurado en la sociedad misma. Sin embargo, urge hacer frente a estos retos que se nos presentan, ya que cada uno de nosotros es responsable de que los niños y niñas de hoy sean los grandes hombres y mujeres del mañana.

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