La Polca paraguaya: Ritmo y alma de una Nación


*Por Yamna Benítez

Si Paraguay tuviera un corazón musical, su pulso sería la polca. Con un ritmo que invita a moverse y una historia que refleja la identidad de un pueblo, la polca paraguaya no es solo música, es memoria, cultura y celebración. Cada 15 de septiembre, el país rinde homenaje a este género que ha marcado generaciones y sigue vibrando en plazas, festivales y escuelas.

La polca llegó a Paraguay desde Europa a mediados del siglo XIX, traída por migrantes y viajeros que compartían su música en ciudades y pueblos. Sin embargo, los paraguayos no la adoptaron tal cual: le imprimieron un carácter único. Su compás acelerado y sincopado, la combinación de instrumentos autóctonos como el arpa paraguaya, la guitarra y la percusión manual, y la influencia del guaraní le dieron un sello inconfundible. Así, la polca dejó de ser un baile europeo para convertirse en un símbolo nacional. No es solo entretenimiento: es un lenguaje que narra historias de amor, trabajo, guerra y esperanza, reflejando la vida cotidiana del país.

La Polca como Historia Viva

Durante la posguerra y los periodos de cambios sociales, la polca se mantuvo como testigo y vehículo de identidad cultural. Muchas de sus letras cuentan relatos de resistencia, de alegrías compartidas y de la vida rural, conservando la lengua guaraní y tradiciones que podrían haberse perdido.

La característica más distintiva de la polca paraguaya es su compás sincopado: una danza de tiempos fuertes y débiles que obliga al cuerpo a seguir el ritmo. El arpa paraguaya, instrumento emblemático, aporta melodía y brillo, mientras la guitarra y la percusión marcan el pulso del baile. Esta combinación de instrumentos y ritmos ha dado lugar a variantes como la polca guarania y la polca correntina, cada una con su sabor particular.

El 15 de septiembre se recuerda a Emiliano R. Fernández, considerado el gran creador e impulsor de la polca paraguaya: el poeta que le dio palabras y alma popular a este género. Sus versos, cantados en guaraní y castellano, recorrieron el país entero y lo convirtieron en un ícono cultural. Por eso, la fecha de su fallecimiento fue elegida como homenaje nacional: un día para celebrar no solo a Emiliano, sino a la polca como símbolo de identidad paraguaya.

Además, la polca ha trascendido fronteras: grupos paraguayos la han llevado a escenarios de Europa y América, fusionándola con géneros modernos como pop, rock e incluso electrónica, sin perder su esencia. Esta capacidad de adaptación ha permitido que la polca llegue a nuevas generaciones y a públicos internacionales.

Aunque muchos asocian la polca con festividades, su presencia es cotidiana. Se escucha en plazas, radios y eventos culturales. Jóvenes y adultos bailan y cantan sus melodías, conectando con una tradición que, aunque antigua, sigue viva y relevante.

La polca paraguaya no es un relicto del pasado; es un género que evoluciona. Escuelas de música enseñan a tocarla y a entenderla como patrimonio cultural, mientras músicos contemporáneos experimentan con fusiones que la acercan a audiencias modernas. Plataformas digitales permiten que cualquier persona en el mundo descubra este ritmo y su riqueza narrativa.

En Paraguay, donde suena la polca, late la identidad de un pueblo. Este ritmo no solo se baila: se vive, se siente y se transmite, generación tras generación. Y mientras siga sonando, la historia de la polca paraguaya seguirá escribiéndose, compás a compás, con cada acorde de arpa, guitarra y corazón.

*Estudiante de 3er año
Artículo realizado en el marco de la cátedra Pasantía y Práctica Profesional II

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