Texto: Alejandra González
Imagen: Gentileza
Todo esto comenzaba un mes atrás exactamente para mí, sin imaginar el impacto enorme que tendría en cada una de nuestras vidas.
Hace un mes exactamente, me encontraba volviendo de un viaje académico a Inglaterra, ya consciente de que el virus había llegado al Reino Unido, pero no a la ciudad donde yo me encontré hospedada por 1 mes entero: Brighton. Los controles en el Aeropuerto de Heathrow, Londres, no fueron tan cautelosos, más bien normales y nada extraordinarios, cosa que me impresionó bastante. ¿Quién pensaría que el Reino Unido no tendría cuidado? Sin embargo, la llegada a Paraguay fue algo que me impactó, ya que me hicieron los controles ya esperados de temperatura, pero nada más que eso; de todas maneras, la prevención ya estaba presente.
La cuarentena comenzó para mí el día de mi cumpleaños, 10 de marzo del 2020, cuando anunciaban la implementación del decreto N°3442/2020 “POR EL CUAL SE DISPONE LA IMPLEMENTACIÓN DE ACCIONES PREVENTIVAS ANTE EL RIESGO DE EXPANSIÓN DEL CORONAVIRUS (COVID-19) AL TERRITORIO NACIONAL“. ¿Qué significaba eso para mi persona, para mis conocidos y amigos, para mi familia, para mis actividades? ¡Una total suspensión de todo!
La noticia acarreó diferentes comentarios y opiniones. De mi parte, consideraba que sería lo correcto por hacer, ya que viniendo del exterior, y escuchando testimonios de compañeros internacionales que contaban la experiencia de sus conocidos en sus países ya afectados por el virus, podía comprender la gravedad de la posible propagación en un lugar como Paraguay, nos devastaría por completo. Así que, tanto yo como mi familia, nos mentalizamos de que la cuarentena duraría más de lo esperado, y así fue y así lo sigue siendo.
Teniendo en cuenta que me encuentro situada en un barrio cerrado llamado Surubi’i, viviendo actualmente con mis abuelos, mis tíos y mis primos, consideraba que la cuarentena sería aguantable en familia. Es uno de esos momentos en donde me encuentro agradecida de vivir con las personas que amo y por las cuales me preocupo.
Los días comenzaron a pasar y, de a poco, los casos incrementaron, al igual que la histeria colectiva de los ciudadanos paraguayos, los supermercados abarrotados de gente, subida de precios, personas inconscientes que no creían en el virus y no respetaban la cuarentena y negocios desesperados.
Al igual que ocurre afuera, el miedo comenzó a inundarnos y a, de verdad, angustiarnos por la vida de cientos de ciudadanos de riesgo, y especialmente de mis abuelos.
Los cuidados dentro de la casa incrementaron, comenzamos a tener cuidado con cada detalle, a pensar estrictamente en cada pequeña cosa, y así nos convertimos en rigurosos.
También comenzamos a extrañar el contacto humano, y nos hemos dado cuenta del valor de este. El valor de abrazar a tus seres queridos, de una reunión con amigos, de ir a estudiar presencialmente, de caminar por la calle, entre otras pequeñas cosas, que ahora ya no nos parecen tan pequeñas.
¿Qué podemos aprender de toda esta situación?
Podemos aprender a valorar las cosas simples de la vida, que cada día es una lucha, que el futuro literalmente está en nuestras manos y que salir de esta situación depende de nosotros, no del presidente, no de los ministros, sino de los ciudadanos.
Es hora de que despertemos de nuestras comodidades, de echar siempre la culpa a las autoridades y a los demás, y de comenzar a actuar como un conjunto, porque si esto se nos va de las manos es nuestra culpa totalmente.
¡Imaginémonos lo que sería salvar al país desde casa! Nunca antes nos la han puesto tan fácil, es nuestra responsabilidad el cumplir la cuarentena, ¡y nosotros los privilegiados que podemos quedarnos en casa debemos hacerlo! Seamos empáticos y pensemos en el personal de blanco, en la policía, en nuestros colegas comunicadores que tienen otros deberes con la sociedad. Pensemos en las personas que hoy en día no tienen un hogar digno, seamos nosotros el factor de cambio en esta sociedad, porque esta lucha es de todos y lo va a seguir siendo hasta que esta situación se acabe, o se calme.
Tomémonos el tiempo para reflexionar en estos momentos a solas, en estos momentos difíciles, y no nos dejemos decaer por las bajas, sino animémonos por las pruebas que salieron negativas, por las personas recuperadas y por la amabilidad ciudadana.
Porque, como leí en las redes sociales: “Si luego de esta situación no aprendemos nada como sociedad, entonces ahí sabremos que estamos hundidos”.