Texto e imagen: Rudolf Riquelme
Robusto, agradable y atento, así solemos verlo por la Facultad. Los que seguimos la carrera de Comunicación nos habremos topado con él en algún momento, por el pasillo, las escaleras, el corredor o en una de las clases. Conocido por su típica frase “Cerro campeón” o “Aguante Cerro”, Calixto Javier Fernández es un carismático personaje de nuestra Facultad.
No se trata de un docente, y tampoco es un alumno de la institución; sin embargo, para alumnos y docentes es el “Salvatore” para resolver un problema, ya sea con la computadora, el proyector o el aire acondicionado. Ante la pregunta de si podría conceder un tiempo de su parte para una entrevista, nuestro humilde amigo cerrista no titubeó en acceder a la petición y, con una sonrisa que lo caracteriza mucho, respondió: “Cuando quieras, ¿por qué no?”
Poco o nada es lo que conocemos de este peculiar funcionario de la institución. Tras dirigirnos a una de las aulas vacías, se dispuso a hablar sobre algunas curiosidades de su infancia. De antemano reveló que la etapa infante no fue muy fácil, ha pasado por momentos complicados, y queriendo darse a entender mejor, explicó: “Yo nací en Lambaré. Mi mamá era una madre soltera, ya que se había separado de mi papá cuando tenía tan solo 2 años”. Comprendí entonces que su madre llevó con valentía su crianza hasta los 12 años. Pero en ese entonces la necesidad era demasiada, y ella se vio forzada a tomar una nueva decisión, que generó otro cambio en la vida del pequeño Calixto. El destino ya le había hecho una mala pasada, el crecer sin un papá presente, en esta ocasión es la mamá quien se ve forzada a ausentarse: “Tuvo que migrar a Argentina, pensando en mi bienestar; desde entonces quedé con mi abuela. Su partida fue muy dolorosa”. Luego de pronunciar estas últimas frases, en la medida que recordaba su infancia, en su mirada perdida se podía vislumbrar la reminiscencia dolorosa de un ayer que no se puede olvidar.
Pero las dificultades no dejaban de presentarse para el pequeño, ya que desde Argentina mientras su madre trabajaba y enviaba dinero para ayudar, confesó: “Unos tíos, quienes me tenían que pasar el dinero que mi mamá enviaba, nunca me llegaron a dar. Esta situación me hizo saber lo que es trabajar, saber trabajar a temprana edad, tener responsabilidad, estudiar”. Cuando son tus familiares los que te traicionan, el sabor aun es más amargo o, como diría un salmista, “mi amigo seguro en el que yo confiaba, que mi pan compartía, se ha vuelto en contra mía” (Sal 41.9).
Su distracción y entretenimiento desde pequeño fue el fútbol, y hasta hoy sigue siendo su deporte preferido, pues, en su tiempo libre trata de practicar. Y aquí otro dato curioso revelador vino cuando dijo: “Jugar fútbol fue uno de mis sueños que quedó frustrado, y esto sé que pude haber logrado, pero lo dejé”. Como esa afirmación parecía cargada de mucha convicción y seguridad, me apresuré en preguntar: “¿Qué significa que lo dejaste?” Entre sonrisa y un ligero movimiento de cabeza, contestó: “Es que jugaba futbol profesional y bien tenía la posibilidad de llegar lejos, porque llegué a jugar en el club Nacional, en la liga Lambareña, Luqueña, Itagueña, Domingo Sarmiento de Formosa. Y cuando estuve en club Nacional, aquí en la capital, debuté en primera”. Muy sorprendido, solo salió un “guau”, con base en su expresión de “quedó frustrado” y un tono de derrota recién pronunciado, y no pude contenerme y lancé otra pregunta: “¿Cuál fue el verdadero motivo de abandonar?” Sucedió que durante su estreno como un prometedor y gran futbolista, una tragedia cambió el rumbo de su camino: la muerte de su abuela, interrumpiendo un sueño. Como dicen popularmente en el campo, Calixto era “abuela memby”, porque creció bajo el calor maternal de su abuela. Mientras la mirada se perdía una vez más en la pared, con una sonrisa casi forzada, complementó: “Ella me crió, me fortaleció, cuando murió me bajoneó”.
De este evento triste, y de entre los que más marcaron su vida, ya van cerca de 15 años. Pero la situación también dio un giro. Su tristeza se convirtió igualmente en alegría hace 15 años, porque su más grande felicidad nació justamente hace 15 años. “El nacimiento de mi hija Tamara Aramí fue mi gran felicidad”. Si bien ella no está viviendo con él, vive con la mamá en la ciudad de Capiatá, y la relación con la madre de Tamara finalizó hace tiempo, siempre recuerda que su responsabilidad es netamente con su hija, a quien trata de ver cada fin de semana o cuando pueda.
Trata de llevar adelante su labor con responsabilidad, cumpliendo fielmente con dos trabajos. Por una parte, con el Colegio La Providencia, haciéndose cargo de “la parte administrativa y, específicamente, a lo que se refiere a mantenimiento de las cosas y ayudando sobre todo a los profesores, siempre dispuesto a dar una mano en lo que necesiten”. Durante la noche trabaja también y cumple otro labor, siempre en el mismo terreno, pero bajo la responsabilidad de la Facultad de Filosofía de la Universidad Católica, donde se hace cargo de “la parte de audiovisual, colocación de proyectores, notebooks, parlantes y de lo que los profesores necesitan para poder desarrollar sus clases”.
Este carismático trabajador cumple 15 años trabajando en la Universidad Católica, un tiempo bastante prolongado, y durante este lapso asegura que en ningún momento llegó a tener problemas con alguien en el ámbito laboral. Con mucha seguridad y satisfacción ratificó: “Desde que trabajo aquí, sabes que, tanto con alumnos, profesores, jefes, compañeros de trabajo nunca he tenido problema; dificultades siempre hay, pero solucionar eso se hace laburando, pero encontronazo con alguna persona no he tenido, gracias a Dios”, y además señaló: “Soy muy bendecido, siempre trato de empezar bien el día y hacerle reír a la gente, soy luego medio bromista”, en tanto ponía una mirada pícara y lanzaba unas risas, lo que perpetuó el momento.
Sobre un sueño que deseaba cumplir, mencionó: “Siempre quise ser un diseñador gráfico, es un sueño que está latente allí. No hice ningún curso, sí estaba haciendo, hasta hace dos años, un curso de informática, pero nada más”. Uno de los factores que lo impidió y lo que considera como su gran dificultad es lo que concierne a lo económico. “Anteriormente tenía una moto, pero luego se descompuso y me dificultó el trajinar en colectivo, ya que tengo que estar pagando cuatro pasajes.” Sin embargo, más allá de todo esto, se mantiene optimista con un proyecto que viene trabajando: “Tengo un proyecto o una idea, que es de crear un negocio propio, con mi pareja. Pensamos en abrir un negocio, de hecho que ya hemos iniciado, porque actualmente tenemos una bodeguita, pero lo nuestro realmente es la venta de prendas de vestir, es lo que pensamos y queremos expandir más”.
Como para concluir, y a modo de broma, pregunté con un tono muy serio: “¿Cuál es tu club?” Con un semblante orgulloso y tono firme aseveró: “Cerro porteño, desde la cuna hasta el cajón”, para cerrar esta entrevista a las carcajadas.