Texto: Camila Yegros
Foto: Ariana Daniel
Mi nombre es Vicente Ignacio Iturbe; la noche del 14 de mayo de 1811, con mis compañeros revolucionarios fui al cuartel. Velazco, el gobernador, se enteró e intentó tener claro lo que sucedía. Sus emisarios y guardias se plegaron al movimiento patriota.
Los criollos se declararon en franca rebelión y ordenaron echar a vuelo las campanas de la Catedral. Fueron horas y horas de especulaciones, de expectativas, de un ir y venir de parlamentarios.
Eran ya las tres de la madrugada del 15 de mayo cuando me dirigí a la casa del gobernador llevando la nota con nuestras exigencias.
Ante la indecisión de Velazco, y para presionarlo, los jefes rebeldes dieron orden de desplegar dos piezas de artillería frente a la casa de Gobierno.
Al notar nuestra firme decisión, la de todos los patriotas, Velazco cedió y aceptó, por fin, las condiciones que le fueron impuestas; en ese momento, se dio a luz al Paraguay como nación libre y soberana. Mi felicidad no tuvo límites.