Por Santiago Caballero
El lunes me llegó la noticia. El domingo a la noche emprendiste el viaje a la eternidad, a la paz de los bienaventurados. Buen viaje, amigo. Te recordaremos siempre como el compa alegre, curioso, deseoso de aprender, de comunicar. Estamos tristes sin vos, pero todos coincidimos que es el fin de tus sufrimientos, de tu larga agonía desde aquel terrible atentado que te dejó semimuerto a la vera de la ruta. Fue la advertencia final de quienes estaban muy interesados que dejaras de denunciar por la radio sus negociados, sus robos, sus crímenes, sus manipulaciones del poder, y para lograr la impunidad en todas su fechorías. Buen viaje, Edu. Probablemente no figurarás en la lista de los comunicadores asesinados en el cumplimiento de su deber. Vyrorei. Nosotros sí lo sabemos y te admiramos.
Eduardo González fue mi alumno en la Carrera de Ciencias de la Comunicación de Encarnación. En medio de sus reducidas posibilidades económicas, se había empeñado en estudiar para cumplir mejor su vocación radialista. Faltaba mucho a las clases porque tenía que realizar changas en la radio y en algunos colegios como ayudante o reemplazante, para pagar sus estudios y para aportar al sostenimiento familiar. Pero cuando asistía, preguntaba, cuestionaba y, gozaba en los momentos de relax, de bromas, de tomaduras de pelo.
Su labor y su vida peligraron seriamente cuando denunció en su programa radial algunas fechorías de los poguazú de su valle y alrededores. Éstos no se anduvieron con pequeñeces: le “plantaron” drogas en su mochila y ya: es microtraficante, ñembo radialista, venido a radialista. Lo apresaron y lo imputaron con la intención de serios castigos. Sus compañeros de estudios y algunos profesores nos preocupamos, sobre todo ante la absoluta inacción y desidia de las autoridades de la carrera, que nos asombró más aún cuando una de las docentes lo conocía muy bien a Edu, fue su ayudante en las muchas clases de colegios secundarios. Realizamos algunas pequeñas colectas, nos unimos a las acciones de los gremios de comunicadores de la zona. Nos respondió con la solidaridad que la caracteriza la Dra. Gladys Barrios, cuya ayuda fue fundamental para lograr los mecanismos legales contra la calumnia, la difamación. Cuando finalmente quedó libre, no dejó las denuncias; pero esta vez sus denunciados estaban decididos al punto final, lo hirieron gravemente, lo dejaron semimuerto al borde de una ruta.
Tus heridas no curaron, Edu, pero diste un largo, doloroso, caminar en la lucha por la vida. En medio de estrecheses de dinero y de los medios, con la solidaridad de los colegas, de los amigos, peleaste tu derecho a la vida. El domingo 12 emprendiste el camino hacia la paz, hacia el fin de todos los dolores, de las penurias, de las ingratitudes, de las injusticias. Te vamos a extrañar, Edu. Pero, desde donde estás nos ayudarás a seguir el camino de la denuncia, de la búsqueda de la verdad. Y nos empujarás a que todos abracemos la comunicación para instalar en nuestro país la justicia, el pleno derecho a la vida, a la felicidad que nos merecemos todos. Buen viaje, Edu.