Por María José Lacarrubba
Ya todos saben, Donald Trump, «exitoso» empresario es ahora presidente de los EEUU. De una forma maquiavélica me emociona.
Trump siguió los pasos de Cartes. El fenómeno del outsider en la política no es nada novedoso para nosotras y nosotros; una figura externa a la política tradicional,en este caso empresarios. El capital económico es fundamental para un partido, pero no es suficiente para crear uno. Por ello la salida más práctica es ingresar a uno, preferiblemente conservador que se encuentre en la llanura como fue en su momento el Partido Colorado y en EE.UU, el Partido Republicano.
Muchos se preguntan cómo puede ganar Trump si EE.UU es la democracia más antigua, una potencia, un país de primer mundo, culto como todo país de esa categoría debería ser. Sin embargo todas estas presunciones son falsas. El sistema educativo en EE.UU es deficiente y se puede notar en las altas tasas de bullying, suicidio y los lamentables episodios de matanzas de estudiantes por parte de otros estudiantes. Las universidades importan estudiosos y talentos de otros países donde no existe la posibilidad de desarrollar ciencia. Por ello muchas veces nos convence el espejismo que EE.UU es un país culto.
Hay que tener en cuenta varios factores que posibilitaron la victoria de Trump. Uno de ellos es la religiosidad. La palabra más usada en los discursos de Trump fue Dios, por lo cual podríamos catalogar su liderazgo como mesiánico. No olvidemos que EE.UU fue un país fundado por inmigrantes en su mayoría pertenecientes a religiones perseguidas en la convulsionada Inglaterra de aquel entonces.
Un hombre blanco con poder viene a salvar a los estadounidenses de los inmigrantes (contradictorio pensamiento por parte de descendientes de inmigrantes) y derrocar la cúpula política como si fuera una profecía de la cual todos esperaban en silencio.
Otro factor es el error de los politólogos y estudiosos en confiar en el voto de las minorías (LGTBIQ+, Afroamericanos, Latinos, mujeres). Estas votaciones demostraron que por algo se llama minoría a dichos sectores y su caudal de voto no movió como se esperaba la balanza a favor de Hillary Clinton. Otro craso error fue asumir que las declaraciones de Trump contra los inmigrantes alejaría el voto hispano cuando la cultura latina es bastante conservadora y suele inclinarse a figuras autoritarias y paternales.
Hay que tener en cuenta también la confianza ciega que se suele tener a las encuestas, cuando la intención de voto se refleja más claramente en las redes sociales y en el día de las elecciones más que la intención cuenta la acción concreta del sufragio, por ende el ganador es el candidato que logra llevar más gente a las urnas.
En el plano internacional, hay que poner el foco en las relaciones entre EE.UU y Rusia. Clinton estaba enemistada con Putin desde 2011, debido a que cuestionó la legitimidad de las elecciones en Rusia, cuando era secretaria de Estado. La reacción rusa se hizo esperar cinco años y en el momento crítico de la campaña demócrata, un hackeo -al que todos apuntan como culpable al gobierno ruso- imposibilitó la anhelada unidad. Mientras tanto Trump estrechó relaciones con Putin, intercambiando elogios y fortaleciendo así la imagen de Trump como hombre poderoso
Mientras
Las relaciones de poder dentro y fuera de EE.UU sin duda van a cambiar. Pero surgen más incertidumbres que certezas, incertidumbres que ya tuvieron sus consecuencias en las bolsas de mercado de México y Japón. Tal vez Trump no sea un hombre blanco de clase media, pero si representa los valores y actitudes de un estadounidense promedio: autoritario, misógino, racista, pero sobre todo apolítico. Y tal vez ese sea el factor más importante de su victoria, el no ser político.
Hoy para poder entender mejor los fenómenos de personajes no políticos que ocupan altos cargos de poder deberíamos concentrarnos en el estudio de la apolítica que ha demostrado sin duda alguna, ser la nueva política.