Nota: María José Lacarruba
Fotos: Gentileza
Septiembre, mes de la primavera en Asunción, aunque la temperatura diga lo contrario. La neblina primaveral cubre los edificios del centro de la ciudad, a la distancia, se distingue un par de rostros. Tal vez el cansancio nos esté jugando en contra obligándonos a imaginar cosas. A medida que uno se va acercando, los rostros ya no se distinguen, han desaparecido, no queda más nada, solo una pared ajada. ¿Acaso lo que vimos fue un espejismo, un truco, una mentira o tal vez una verdad oculta?
¿Habrá sido una aparición? No, es Gabriel Orge con su proyector incorporando los rostros olvidados -más bien desaparecidos- de Rafaela Filipazzi y Miguel Ángel Soler a nuestro cotidiano, víctimas de la cruel dictadura paraguaya, recientemente identificados.
Fotógrafo invitado del festival de fotografía del #el ojosalvaje, ganador del premio adquisición en el salón Nacional de Artes Visuales de Argentina (2015) con la obra “Apareciendo a López en el Rio Ctalamochita”. Gabriel Orge estrena por primera vez su trabajo “Apariciones” en el Museo del Barro, que consiste en fotografías digitales de proyecciones de imágenes de personas desaparecidas durante la dictadura y en la actualidad, como el caso del testigo clave Julio López en el juicio contra Miguel Etchecolatz, director de investigaciones de la provincia de Buenos Aires encargado de uno de los centros de detención clandestino durante la dictadura argentina.
– ¿Cómo surgió la idea de la proyección de fotografías en espacios públicos/abiertos?
– Yo estaba coordinando un taller donde estábamos trabajando sobre el concepto de la intemperie, cada uno lo abordaba de distintas formas. Yo abordé la intemperie como el espacio público fue así que llegue a trabajar con el espacio público. La idea de proyectar imágenes y fotografías está basada en las apariciones místicas. Cuando la gente ve en una mancha de humedad suele distinguir una forma, la cual suele relacionar con una imagen religiosa por lo general. A partir de eso, se me ocurre la idea de hacer aparecer en los muros a las personas que están desaparecidas porque son apariciones que son tenues, después con la técnica fotográfica vos podés hacerlo más visibles pero en sí son tenues.
– ¿Cómo fue la reacción de la gente antes las “apariciones” de Julio López que hiciste en Buenos Aires?– Bueno, en el caso de la proyección de la fotografía de López, pasó que había gente que no lo reconocía, se imaginaban que eran otras personas, otros personajes. Uno, si lo reconoce, se sensibiliza y piensa en una cuestión histórica. Creo que el proyecto en cierta forma plantea una reflexión histórica y eso habla de quién tiene más conciencia histórica y también quién tiene más ejercicio visual de reconocer a los personajes históricos, los que hacen a la historia.
Para mí, más que nada, las reacciones dependen de eso. Si se reconoce o no al personaje. A mí me gusta que sea una lectura abierta. El que lo reconoce hace una lectura y el que no, hace otra. Eso me gusta.
– Es bastante político sacar del olvido a los desaparecidos…
– Creo que el arte fue siempre político, siempre se puede hacer una lectura política del arte. Solo que en algunos casos es un poco más evidente y en otros más sutil. Pero siempre hay una lectura política. En este caso es más directa y yo creo que lo que plantea el proyecto es sobre todo una reflexión histórica por lo tanto una reflexión política. Están ligadas.
– ¿Cómo surgió la idea de la intervención de las imagines de Miguel Angel Soler y Rafaela Filipazzi en el centro de Asunción?
– Vine invitado por #elojosalve y el Instituto Paraguayo Alemán para hacer una muestra, una intervención y un taller. Diferentes instancias de proponer un ejercicio sobre la memoria, la activación de la memoria. Hace tiempo tenía la idea de hacer una intervención con la imagen de Bernardo Aranda. Me interesaba la historia, entonces venía con esa idea.
El día que llegué a Asunción, sucede que se dan a conocer los dos primeros identificados. Ese mismo día que llegué. Al rato conozco a personas que tienen que ver con ese trabajo, con esa investigación. Al día siguiente conozco a Jorge Soler, el hijo de Miguel. Entonces mi idea original cambió por que el contexto propiciaba otra acción, otra intervención. Este proyecto es así. Va respondiendo a los contextos. También puedo ir con una idea y ya me pasó otra vez, llego a un lugar y ahí nomas me entero de una nueva historia y decido cambiarla y llevar adelante esa. Es algo flexible, dinámico.
– La fotografía de Julio López, ganadora del premio, fue proyectada en un río con una historia muy personal tuya, ¿no?
-Claro, ese lugar es en el pueblo donde yo nací pero al que vuelvo siempre a estar, caminar; encontrarme con la gente. En ese lugar fue la primera vez que vi una escena de violencia. Fui con un tío al río, a bañarnos, cuando tenía siete u ochos años. Dos mujeres empezaron a pelear. Una lastimó a la otra y mi tío no tuvo otra idea que llevarla al hospital y yo fui con ellos. La mujer iba llorando, sangrando bañada en sangre. Toda una anécdota muy personal pero, qué se yo, está ligada a ese lugar.
– ¿Cómo conectaste esa memoria con lo de Julio?
-Creo que fue más que nada una acción intuitiva. No hay mucho más que intuición en esa decisión. Sólo que el paisaje estaba, el cielo, el agua, la tierra y la vegetación, qué se yo. López puede estar en cualquier lugar como en todas partes porque no sabemos dónde realmente esta y me dije “puede que este acá, que aparezca en este lugar”. Por eso lo proyecto. Apareciendo es como un presente ahí, continuo. La idea de apareciendo te da a entender que está sucediendo y que va a seguir sucediendo.La fotografía y la memoria están íntimamente ligadas, encontrar a los desaparecidos no es solo darle un cierre a los familiares, es recuperar la memoria, la historia de un país, es encontrar aquella verdad que por tanto tiempo quisieron ocultarnos y hoy, la fotografía nos revela.
