Nota: Guadalupe Acosta
Foto: Josué Congo
“Creo que todos vivimos en un estado de alerta constante por los niveles de inseguridad que se presentan en el país, pero al ser mujer una vive con temores más profundos, temores que te acechan en cada esquina”, dice Cristelli Barrail. Ella es una chica que como muchas otras intenta vivir una vida común. Trabaja, estudia, realiza actividades extracurriculares, rutinas que no deberían representar peligro alguno. Pero al igual que muchas otras, ser mujer la convierte directamente en víctima de una de las prácticas más naturalizadas por nuestra sociedad: el acoso callejero.
“Una pierde la cuenta de las veces en que un desubicado, o peor aún, un grupo de hombres desubicados se acerca a decirte piropos. Te da miedo saber que al salir a caminar existe la posibilidad de toparte con una persona que no tiene problemas en decirte que le gustaría entrar en un contacto sexual contigo”, añade.
En una encuesta realizada para este artículo, donde participaron 1.058 mujeres, cuatro de cada diez entrevistadas afirma que teme ser víctima de acoso o violación sexual cada vez que debe transitar la vía pública.
El 71,5% de las encuestadas evita transitar a pie por la calle. 937 afirmaron que fueron víctimas de acoso callejero, donde utilizó un vocabulario cargado de violencia sexual.
“La experiencia más fuerte que tuve – cuenta Cris- fue cuando un hombre me siguió todo el camino a mi clase de inglés pidiendo mi número. Yo lo ignoré hasta que llegué al instituto, pero al salir me volví a encontrar con él, quien ya había averiguado mi nombre y no paraba de acosarme. Corrí hasta la parada de micro más cercana y me subí al primero que venía para lograr escapar.”
En el estudio realizado, un 40,7% de las entrevistadas manifiesta que alguien le siguió de cerca, a pesar de haber dado una negativa. En tanto que un 41,5% admite tener que cruzar la calle, entrar a un negocio o correr para perder de vista al gresor.
“Una no suele confrontarles, pues es peligroso. A pesar de que molesta aprendés a ignorar porque es el método hasta ahora más eficaz en su contra sin exponerte a una agresión”, puntualiza Cristelli.
El 28,3% de las mujeres afirma que su integridad física o psicológica fue amenazada tras responder una defensiva. “Como seguro a muchas les pasó, a mi me tocaron la cola en una fiesta. Esto se volvió casi rutinario en Paraguay. Una se da la vuelta para ver quién fue y obviamente el tipo ya se rajó. Entonces tratás de no pensar en eso y dejar ir, pero está mal. Nadie tiene derecho a tocar a nadie en contra de su voluntad”, agrega.
Un 40% de las participantes afirmó que les tocaron en plena vía pública faltando el respeto a su integridad física.
Lo irónico es que realmente no se busca destruir este sistema perverso que solo vuelve a la mujer víctima de la violencia, sino que además la vuelve la propia culpable de los males que le tocan padecer.
“Cuando viví situaciones incómodas recibí críticas, especialmente de otras mujeres, quienes decían que yo había buscado lo que pasó porque llevaba un short o vestido y si no estaba vestida así por haber osado salir a la calle sola, como si ese no fuera mi derecho”. Otras 398 mujeres afirman que terceros han tratado de justificar este tipo de violencia basándose en su vestimenta o manera de actuar.
Para Cristelli la solución a este problemática es la educación. “Dejar de criar niñas sumisas y niños machos. Enseñar a las futuras generaciones que uno debe respetar al otro por el simple hecho de ser seres humanos. Y reforzar la idea de que somos ciudadanas con capacidad de ejercer plenamente nuestros derechos y que nuestro continente físico es únicamente nuestro. Solo nosotras decidimos que pasa con él y que no.”
La población femenina actualmente se encuentra sin ningún tipo de protección en contra de este tipo de violencia. El año pasado se propuso por primera vez un proyecto de ley, al cual los medios denominaron despectivamente Ley Anti Piropo. En él se establecían las distintas sanciones para exterminar esta práctica interiorizada en la sociedad paraguaya.
En un extracto del portal, Ella Paraguay, la diputada Aída Robles (principal impulsora), declara que “es un disparate que se le llame Ley Anti piropo en los medios, cuando el proyecto es mucho más amplio que el artículo en discusión.”
Es que en el mismo, el artículo 66 pena “acoso callejero” y el inciso 1° dice: “Quien intencionalmente dirija palabras o acciones con connotación sexual a una mujer con quien no mantiene relación de ninguna índole, en lugares o espacios públicos, o de acceso público, y con ello la perturbe, afecte su dignidad, o la ponga en una situación intimidante, hostil u ofensiva, será castigado con pena de hasta ciento ochenta días multa (11.480.040 de guaraníes), o con pena alternativa de trabajo comunitario de hasta nueve meses”.
Al haber una sociedad que minimiza siempre la objetivización sexual y violenta de la mujer, al no existir instancias a las cuales recurrir, las congéneres debemos valernos por nosotras mismas. Y velar por que nuestros derechos no sean pisoteados diariamente en una sociedad que aún nos mira como menos, como si todavía no alcanzáramos plenamente la condición de seres humanos.