Por Santiago Caballero
Foto: Andrea Yinde
El brutal asesinato de Jorge Rafaat Toumani, cometido en Pedro Juan Caballero, conmovió a la capital del departamento de Amambay y el impacto se propagó por todo el país. Las armas de guerra utilizadas, la destrucción casi total del coche blindado en que se viajaba el ahora difunto, en fin, el despliegue de custodios y la balacera infernal, nos hablan a las claras de algo serio, dantesco, capaz de dejar sin aliento al más despistado.
Pero, ¿tenemos clara conciencia por qué ocurre en el país este tipo de acontecimientos? ¿Cuáles son sus causas y sus consecuencias principales? Honestamente, añoro un debate serio sobre lo acontecido. No nos podemos conformar, como nos ofrecieron los medios masivos, con los reportajes y las crónicas o con las entrevistas a las autoridades del lugar o vinculadas con ellos. Hay un vacío enorme de herramientas serias, profundas, para entender y evaluar estos hechos criminales.
Un reportero de la ciudad afectada precisaba: “Las fuerzas policiales reaccionaron con una tibia respuesta a los hechos”. ¿Qué significa esto? ¿Que hay cómplices de los bandidos en sus filas o que no tienen la capacidad logística para responderles?
Otra situación que me llama poderosamente la atención. A Rafaat le denominaron “empresario”, “comerciante”, “empresario de frontera”, “narcotraficante” y por último, me entero, que en los documentos aparece como “agricultor”. ¿A qué se debe esta abundante gama de ocupaciones para calificarlo? . Ya sé que lo primero que me dirás es que tenemos todavía miedo para ubicar a los bandidos por sus correspondientes y principales ocupaciones. Pero al caer en la imprecisión, los periodistas no hacen sino encubrir a los protagonistas y a los hechos en las sutilezas llenas de humo para no ver, para no aceptar lo que todos sabemos con meridiana claridad.
¿Cómo se sienten los empresarios al “enterarse” de este tipo de miembro de su gremio? ¿Y los comerciantes? ¿Y los agricultores, los pequeños, los medianos y los grandotes? Lo de empresario de frontera se acerca a la realidad porque, aunque también se minimice, contrabandear es un negocio ilícito, penado por la ley. Pero, le dimos la bendición ciudadana al negarle al asesinado su verdadera identidad y la causante de su brutal muerte.
Todavía no tenemos la conciencia que ser narco no es ser empresario, ni comerciante, ni contrabandista a secas. Hay que agregarle: protagonista de la usurpación de los poderes, de la vida ostentosa mientras el país carece de políticas de educación, de salud, del bienestar merecido para todos. Y no olvidar que por esta plaga miles de vidas quedan truncadas por los vicios, por las dependencias de casi imposible retorno. Que Dios, siempre misericordioso, le dé la paz que sus millones no le otorgaron al narcotraficante Jorge Rafaat.