Texto: Silvia Franco Rojas
Foto: Flor&Pon
La persona está confundida, aparece perdida en la maraña de sus propias proyecciones, tiran de ella miles de riendas simultáneas: el deseo de éxito, la ambición económica, la celeridad de mantenerse sincronizada con un mundo que todo lo consume, la angustia de su temporalidad y un recóndito reservorio de valores que pugnan por salir frente a una realidad que la rechaza. Es difícil parar, reflexionar y decidir y hacer brillar la moralidad en su conducta. Si lo es para adentro lo es para afuera y esto afecta al fenómeno social que a su vez trae una carga propia de obstáculos.
Dentro de este campo social encontramos al Estado, donde está inserta la función pública. La persona jurídica pública (Estado) tiene también una serie de componentes que sin perjuicio de unificarse para funcionar poseen identidad propia. Encontramos una estructura organizacional diversificada, políticas públicas internas y externas no siempre coincidentes, un ordenamiento jurídico a veces compatible y otras no, una cultura diferente, intereses económicos y políticos encontrados y nuevamente hombres, pero aquí con una peculiaridad, son detentadores de una porción del poder público, lo que los hace diferentes.
Las noticias nos confrontan con una realidad preocupante, que nadie puede ignorar y menos aún permanecer estático cuando toma conocimiento de ella. La función pública, en su rol, legislativo, ejecutivo o judicial, a nivel nacional o supranacional debe ser cumplida por personas responsables y honestas.
En nuestro país, hay periódicos con tendencia negativa, amarillista y fatalista, que instalan constantemente temas como preocupaciones generales del pueblo, de la gente. Pero muchas veces son meras opiniones de los medios y de sus respectivos dueños. Cuando afirman que la opinión del país es contraria a cualquier iniciativa o acción de interés nacional se apropian de la opinión pública. Al igual que la desinformación, esta apropiación es una perversa manipulación. Y, por lo general, de intereses particulares.
Esto quiere decir que las presiones y la insistencia mediática sobre la Justicia no se transfieren a la agenda pública, y por lo tanto no constituyen un problema de alcance. Por ejemplo, los temas relevantes de la agenda pública deberían ser pobreza, salud, educación, huelga, migración, vivienda, inseguridad ciudadana, economía, que se utilizan únicamente en el eje de referencia para la acción política.