Nota: Nombre: María Isabel Rodriguez Añazco – Sociología
Foto: Decidamos
La Encuesta Permanente de Hogares 2014 revela que la población paraguaya considerada en situación de pobreza representa 22,6% del total de habitantes del país, lo que significa que alrededor de 1 millón 500 mil personas residen en hogares cuyos ingresos son inferiores al costo de una canasta básica de consumo, estimado para dicho año.
En este contexto se ha iniciado un debate para tratar de dilucidar si la pobreza afecta de igual modo a hombres y mujeres. El planteamiento desde una perspectiva de género aún muy poco difundida en nuestro país presenta una nueva forma de entender la pobreza que permite identificar los factores que inciden en la mayor o menor disposición de las personas a experimentarla. Ayuda también a profundizar en sus causas, entendiéndola como un proceso que adquiere características diferenciadas al tratarse de hombres o mujeres y finalmente, puede contribuir al diseño de políticas que permitan orientar las medidas a las situaciones de pobreza más graves y a los más vulnerables.
Como integrante activa de Conamuri (Coordinadora Nacional de Mujeres Rurales e Indigenas), Hilaria Cruzabie Atirillo manifestó que si la autonomía económica se expresa en el hecho de que las personas cuenten con sus ingresos propios que les permitan satisfacer sus necesidades, puede decirse que en Paraguay existe una marcada desigualdad de oportunidades que perjudica las posibilidades que tienen las mujeres de alcanzar tal autonomía.
Agregó que “es posible afirmar que las mujeres somos más pobres por ser mujeres. Es ésta una situación de pobreza que habitualmente permanece oculta pero que afecta a un gran número de mujeres que por su actividad principalmente doméstica, se ubican en una posición de dependencia con relación a los hombres. Además, tal dependencia se expresa en las restricciones para su acceso a la salud, la educación, a los espacios de decisiones políticas, económicas y sociales porque la pobreza”.
La pobreza es una situación sociocultural muy compleja que afecta de forma diferenciada a hombres y mujeres. Condiciona notablemente todos los aspectos de la vida de las mujeres, superando ampliamente la dimensión meramente productiva, económica. Hay numerosos obstáculos que se interponen en sus capacidades y oportunidades laborales y las hace más vulnerables a las consecuencias desintegradoras de la pobreza social: elevadas tasas de fecundidad y la escasa infraestructura social que ayude a disminuir el peso de las responsabilidades familiares, escasez de recursos humanos, financieros, naturales; así como un contexto cultural en el que la división del trabajo por género sigue siendo muy rígida.
Cuando se hace referencia a la subsistencia de problemas estructurales y coyunturales que condicionan la acentuación de la feminización de la pobreza urge la necesidad de una revalorización del rol sociopolítico de la mujer. Es necesario transformar aquellas viejas estructuras de dominación que se expresan a través de la rigidez en la división de roles, en la exclusión sistemática de las mujeres de los espacios de reflexión, debates y de decisión. Las mujeres poseen mucha riqueza, mucha fuerza productiva y creativa y cada vez más exigen nuevos espacios y nuevas formas de participación y organización.